viernes, 20 de febrero de 2015

MÉXICO DF / TENSIONES

Tensiones

Frío a la mañana, calor al mediodía. Sol, polución y altura: no siempre resulta una buena combinación. El corazón se agita, el paso a ratos discurre en cámara lenta, y en algunas zonas, hay que esquivar gente y autos para avanzar. O para sobrevivir. Las calles rigurosamente vigiladas por policía y ejército en una de las ciudades, dicen, más violentas del mundo. En julio habrá elección de diputados, entonces la televisión se llena de avisos y promesas, de lo que se hizo, de lo que falta, de lo que se prometió y no se cumplió: en fin, el tiempo perdido de toda época electoral. Afuera, la realidad es otra: hay acampe docente en algunas plazas, como en las de la República y la plazoleta de la Reforma, con carpas, altoparlantes, carteles y fotos. Hay tumulto en el zócalo, las quinceañeras se toman fotos, con sus vestidos principescos, en las escalinatas del ángel de la revolución y el domingo, en el barrio Coyoacán, feria de artesanos, almuerzo en la vereda y boleros a todo lo que la radio da. Subo el ascensor vidriado del monumento de la Revolución y el DF se despliega a los pies. Inmenso. Más de veinte millones de habitantes, incluidos en la gigantesca conurbación. “Aquí fue arrasado todo, no quedó nada”, nos dice el taxista, devenido guía turístico. “Fueron cerca de 30.000, pero nos recuperamos enseguida”, agrega. Yo recordaba, sin embargo, el terremoto de 1972, cuando amanecimos el 25 con la trágica noticia. “Ese no fue tan intenso”, nos aclara. “El de 1985 arrasó con toda la ciudad; el del 72 se desplazó hacia Managua”. Pobre México, pienso, y no termino de entender cómo al año siguiente pudo organizar un Mundial de fútbol. “Somos ricos y pobres”, nos dice otro, resignado. “No es nueva, la corrupción viene de generación en generación”. Barrios privilegiadísimos donde el tono de piel se aclara bruscamente y los negocios fantasean con Europa o EU; gente que parece expulsada del mundo, deambulando por la degradada zona del centro; autos blindados, guardaespaldas, agentes uniformados y de los otros; torres fastuosas, hoteles donde el saludo es en inglés. Y las fotos de los estudiantes que, de golpe, aparecen en cualquier esquina o fachada. Heridas. México de a ratos me parece una herida, que insiste, que persiste, que va para la gangrena. Hay hartazgo, nos dicen, pobreza, migraciones, historias de clandestinos desesperados. Con frecuencia nos falta el aire, como si no llegara a los pulmones, es la altura. O esta metrópolis que asfixia, que empuja a la huída y que, al mismo tiempo, encandila con el esplendor de épocas pasadas.




















FOTOS: ZENDA LIENDIVIT (Febrero 2015)



martes, 17 de febrero de 2015

POPULISMO Y POBREZA

Populismo y pobreza

En septiembre pasado tuvimos la oportunidad de dejar algunos libros nuestros en la British Library, en Londres. Entonces nos aclararon que recibían los ejemplares pero que los mismos estarían sujetos a revisión. Que solo serían incorporados si respondían al perfil de la Biblioteca (salvando las distancias, es la condición esencial que ponemos nosotros mismos para aceptar colaboraciones en la revista). Un par de meses después nos enviaron una muy amable carta, en papel y con membrete, aceptando los libros, cuyo detalle incluían al final, con el agradecimiento correspondiente. ¿Por qué negarlo? Nos pusimos contentos de que nuestra obra estuviera al alcance de, literalmente, casi todo el mundo. Durante este viaje a México, intentamos hacer lo mismo. Pero recibimos un rotundo rechazo por parte de la Biblioteca Nacional. ¿El motivo? Solo aceptaban autores mexicanos. ¡Qué problema cultural grave, muy grave, es el populismo! ¡Cuántas atrocidades se cometieron en nombre del siempre variable concepto de nación y cuánto empobrecimiento ha cosechado a lo largo de la historia! Levantar el dedo moralizador ante cualquier mirada extraterritorial es tan reaccionario como la postura inversa. El pensamiento no necesita de vigilantes ni patovicas sino de creadores; de ensanches, desvíos, de cruces inesperados y no de alambrados. El pensamiento nacional es una utopía que no deja de ser una velada forma de fascismo que apunta a una interrupción del diálogo con el resto del mundo y por lo tanto, con sus saberes. El fin suele ser el empobrecimiento intelectual del pueblo a través de un sendero rígido, estructurado por autores, obras y cánones, del que no se puede salir a riesgo de excomunión. Una infantilización del pensamiento que se recrea en la construcción de mitos, leyendas, héroes y discursos sesgados y donde el otro siempre representará un peligro de disolución. Esta estrategia de dominación, que en nada difiere de las que se planifican desde afuera, cuenta con difusores y educadores preparados para llevar adelante la cruzada sin riesgo: están educados en esa tradición y por lo general, desconocen las otras. Estos populismos olvidan, convenientemente, que formar un pensamiento en la apertura, la confluencia y la diversidad (al margen de que es una estupidez que no necesita demostración el renunciar a la cultura universal de la que se es deudor), constituye la única garantía de libertad intelectual. El único salvoconducto para enfrentar cualquier peligro de colonialismo, provenga de la coordenada geográfica que provenga. Incluso, de la propia casa. 
(Nuestros libros terminaron en el Instituto de Estética, de donde serían derivados al Instituto de Filosofía y Filología, Sección Estudios del Lenguaje, de la Universidad Nacional de México UNAM. Afortunadamente.)

domingo, 15 de febrero de 2015

SAN FRANCISCO / DIFERENCIA


La diferencia


Social. Inclusiva, pluralista, hospitalaria. El lenguaje, como siempre, resulta pobre, incluso trillado. Evado las terminologías tecnocráticas de planificadores y gerentes urbanos; me queda, entonces, la diferencia. Ciudad de la diferencia, sin estrategias marketineras. Sin sellos ni marcas que coticen en el mercado. No es Ámsterdam, que se publicita como libertina, ni Las Vegas como pecaminosa. Tampoco es la encantadora y punk Glasgow. Medios tonos, ciudad que se abre al que sea y como sea. No sé si será por ese sol californiano pero hasta sus tensiones resultan luminosas. Medios de transporte con plataformas especiales para el acceso de aquéllos con capacidades diferentes; escala humana en las formas de circulación y desplazamiento; homeless y marginales con derecho a la ciudad; diferencias sexuales y étnicas; huertos urbanos; cultura integrada a la geografía y el paisaje, como en los muelles reciclados de Fisherman´s Wharf  y Exploratorium o en el tratamiento costero, son apenas algunos gestos. Gestos de diferencia que son también de resistencia. Tal vez, formas inesperadas de capitalismo.  












 










Fotos: Zenda Liendivit (Febrero 2015)

viernes, 13 de febrero de 2015

SAN FRANCISCO / MARGINALES

Marginales


“Pretty girl” murmura él ante mi paso, pelo largo, enrulado, gorra de lana que le cubre hasta las cejas, edad incalculable; apenas me doy vuelta, acostumbrada a la persistente sangre latina, sigo, cámara en mano, él también retorna a sus asuntos. Nada de pedir limosna, solo una pequeña interrupción en su discurso ante un interlocutor invisible. Otro, sale veloz de la Public Library en su silla de ruedas, me ve y me pregunta la hora. Otro viaja sentado al lado mío en el bus que nos lleva al Golden Gate. Por la Powell Street y los alrededores de la Market Street son legión; allí suelen detener a algún trajeado para pedirle su Starbucks. Pero también en la turística Fisherman’s Wharf, donde se reúnen a tomar sol en los muelles. Suben con pase libre a buses, tranvías y carros; dormitan en bares y parques. Algunos se instalan en las esquinas, aferrados a sus perros, y uno entreve que esa unión es mucho más poderosa que cualquiera de las bendecidas por el mundo integrado. Hay jóvenes y viejos, hombres y mujeres; nada de niños. No parece haber intención de la ciudad por "normalizarlos" a la vida productiva sino de que esa vida a la intemperie no fuera demasiado dura: están provistos de carromatos, frazadas y sillas de rueda. Son homeless y marginales que viven bajo el cielo de San Francisco.

miércoles, 11 de febrero de 2015

CALIFORNIA SIEMPRE SOMNOLIENTA

California siempre somnolienta


Trepada en el cable car, haciendo malabarismos para sostener el equilibrio y a la vez, sacar fotos, un poco soñadora porque la experiencia me traía recuerdos de mi niñez en Asunción y sus calles surcadas por tranvías, árboles y colinas, subíamos y bajábamos, con nubes de azúcar en las manos, bajo un sol más impiadoso, eso es cierto, pero con el mismo vaivén, la misma brusquedad en el giro, la misma encantadora pesadez empujada fuera del presente pero que sin embargo, resistía. Resistía a contramano, como historia concentrada en apenas unas tablas de madera pintada, como carromato de feria. Así iba feliz por la niñez recuperada, una inesperada magdalena de esta California que, definitivamente, es somnolienta, por el sol, por cierto letargo que la ubica en la indecisión entre el pueblo y la ciudad y de la que se aferra contra viento y marea. De tanto en tanto, el conductor me señalaba alguna vista que surgía de pronto, para que yo arremetiera con la cámara, entonces el retorno a la realidad y al trabajo: estaba por primera vez en San Francisco y no recordaba una primera vez en una ciudad en la que a los pocos segundos ya me sintiera como en casa. Ciudad mítica, como la propia infancia.












FOTOS ZENDA LIENDIVIT (FEBRERO 2015)