California siempre somnolienta
Trepada en
el cable car, haciendo malabarismos para sostener el equilibrio y a la vez, sacar
fotos, un poco soñadora porque la experiencia me traía recuerdos de mi niñez en
Asunción y sus calles surcadas por tranvías, árboles y colinas, subíamos y bajábamos,
con nubes de azúcar en las manos, bajo un sol más impiadoso, eso es cierto,
pero con el mismo vaivén, la misma brusquedad en el giro, la misma encantadora
pesadez empujada fuera del presente pero que sin embargo, resistía. Resistía a
contramano, como historia concentrada en apenas unas tablas de madera pintada,
como carromato de feria. Así iba feliz por la niñez recuperada, una inesperada
magdalena de esta California que, definitivamente, es somnolienta, por el sol,
por cierto letargo que la ubica en la indecisión entre el pueblo y la ciudad y
de la que se aferra contra viento y marea. De tanto en tanto, el conductor me
señalaba alguna vista que surgía de pronto, para que yo arremetiera con la cámara,
entonces el retorno a la realidad y al trabajo: estaba por primera vez en San
Francisco y no recordaba una primera vez en una ciudad en la que a los pocos
segundos ya me sintiera como en casa. Ciudad mítica, como la propia infancia.
FOTOS ZENDA LIENDIVIT (FEBRERO 2015)