domingo, 24 de febrero de 2013

MUNICH (2) / VIAJES

De Múnich a Weimar

Múnich nos despidió con una intensa nevada. Las plazas quedaron blancas y de alguna forma nos anticipaban el paisaje melancólico que nos aguardaba en Weimar. Pasamos de la opulenta ciudad cosmopolita, tecnificada y surcada de grúas, al bellísimo pueblo faro del siglo XIX. Del posmodernismo de las construcciones de la BMW, la rara arquitectura del Allianz Arena y los interminables viajes en el Metro a las casas de Goethe y Schiller, con apenas una escala en Fulda, un pueblo con una estación helada, pequeña y multitudinaria que conecta entre sí a las principales ciudades de Alemania.

Viajar es ponerse en juego. Aquello que se descubre, inmediatamente nos interpela. Y es esta inmediatez la que nos incomoda. Nos desencajamos, sentimos cierto extrañamiento. No es solo la falta de armonía entre los tiempos del cuerpo y del espíritu; es también que ambos, cuerpo y espíritu, están habituados. Hay inercia y prejuicio. Viajar es desmantelar ambos y necesariamente mirar por primera vez. Cuando se viaja se retorna a la infancia. Somos doblemente extranjeros. Esta es la perspectiva que buscamos en estos viajes, los que forman parte de un proyecto mayor que empezó hace algunos años atrás y que provisoriamente llamamos El libro de las ciudades. Viajar para ampliar ese espacio de pensamiento que es la ciudad y a la vez, para pensar la época desde ella misma y desde sus infinitos cruces. Entre ellos, la historia de los otros que es también la nuestra (y muchas veces, el territorio de los otros donde empezó nuestra propia historia).










Museo y Edificio BMW (vista e interiores ) / Estadio Olímpico
Estadio Allianz Arena / Museo Haus der Kunst
Vista desde librería Hugendubel a Marienplatz  / Vista de un barrio de Munich / Plaza de los Museos
Fotos Zenda Liendivit ( Febrero 2013)

viernes, 22 de febrero de 2013

POSTALES DE MUNICH (1) / MARIENPLATZ

 
 
Marienplatz
 
Llegamos a Munich el lunes al mediodía y a los pocos minutos, ya estábamos en la Hugendubel, la librería-café de cinco pisos que domina la Marienplatz. La plaza favorece esta apropiación inmediata, es pequeña, vital y estratégica. Hace sentir como en casa al extraño y es el nodo ineludible para el habitante permanente. Es referencia urbana y pertenencia emocional. Todo parece pasar por la Marienplatz. O estar cerca, como el Viktualienmarkt, el mercado callejero de varias cuadras de extensión; o la Hofbrauhaus, la célebre cervecería que está a la vuelta y donde a toda hora se suele brindar por lo que sea. La plaza sobrevivió a la catástrofe y se nota en su perfil heterogéneo.Como la misma Munich que con sus construcciones de posguerra parece mostrar los boquetes del horror. Pero la ciudad, a pesar de los seis grados bajo cero, la nieve y la historia, es cálida y muy hospitalaria (con frecuencia, los transeúntes locales se detienen a preguntarnos si necesitamos ayuda cuando nos ven con los mapas en la mano y ese típico gesto de turista un poco desorientado). Y cosmopolita: la inmigración árabe es significativa a punto de constituir el perfil de barrios enteros, como el Theresienwiese en el que estamos alojados y donde el alemán, a ratos, parece la segunda lengua.

Las construcciones del horror
En el Museo de la Ciudad vimos una exposición sobre el Nacional Socialismo en Munich. La muestra abarca desde el nacimiento del nazismo hasta la capitulación y Núremberg y hace centro en las estrategias publicitarias del régimen apoyadas en los medios de comunicación, la industria editorial y la cultura del espectáculo: afiches, periódicos, libros, revistas, comics, humor, pegatinas, proclamas, festivales, heráldicas y toda la simbología utilizada, en las formas más variadas, para la seducción y manipulación de las masas. Y sobre todo, para la construcción de conceptos, como el bien y el mal, así como la visualización de los amigos pero sobre todo, de los enemigos. De particular interés el video de época proyectado en el microcine sobre un faraónico desfile de carrozas, estilo carnaval, donde circulaba la mitología alemana. Más increíble aún el fervor de las multitudes, a duras penas contenidas por los guardias de seguridad, cuando hacía su aparición la cúpula del poder. Un fervor parecido al que despertaban los Beatles o cualquiera de los artistas durante sus actuales megagiras mundiales. Como ya es habitual, un grupo de alumnos de colegio recorrió con nosotros las salas del museo. A los gritos, codazos y risas con los que aguardaban la entrada, le siguió un silencio de radio; los chicos miraban absortos imágenes de torturas, campos de concentración, esvásticas y uniformes. La sala de exposición era laberíntica, de a ratos, el próximo paso nos resultaba una tarea agobiante.  
 


 

 


 

 
FOTOS: ZENDA LIENDIVIT / FEBRERO 2013

lunes, 18 de febrero de 2013

POSTALES DE VIENA

Imperial, modernista, roja y posmoderna

I
En el Museo Albertina hay una retrospectiva de Max Ernst y otra, de Monet a Picasso; en el Leopold, están Klimt y Schiele; en el Belvedere, una exposición sobre la nocturnidad (desde los pintores y escritores malditos del XIX hasta fotos, videos y pinturas actuales sobre el tema de la noche). La vanguardia sin embargo no se limita al museo. Sigue rabiosamente viva en el alma de la ciudad. Obras de Hoffmann, Olbrich,  Wagner, la bellísima Secesión, resplandecen como en la Viena de fines del XIX y principios del XX. Adolf Loos es un caso aparte: la contundencia del despojo se impone ante tanta fastuosidad imperial y anticipa el funcionalismo por venir. Como la casa de Wittgenstein, el filósofo devenido arquitecto. O el que impera, por ejemplo, en las viviendas sociales, como el complejo Kart Marx Hof, de la década del 20, que de alguna forma le recuerdan a la ciudad el costo de una palpable prosperidad. La otra consecuencia de ser una de las economías más fuertes de Europa es, sin dudas, la proliferación de esa arquitectura posmoderna que surge con aires transnacionales en casi cualquier esquina, indiferente a prácticamente todo salvo a ella misma. Destino de toda gran ciudad el albergar estos delirios vidriados que publicitan poder desde las alturas.  


Fotos 1 y 2: Estación Karlsplatz de Otto Wagner

Foto 3: Pabellón de la Secesión, de J. Olbrich


Fotos 4 y 5: Edificio de la Caja Postal de Viena, de Otto Wagner


Fotos 6 y 7: Dos ejemplos de Jugendstil


 
 Fotos 8, 9 y 10: Loos Haus y Café Museum (frente e interior), de Adolf Loos



Fotos 11 12 y 13: Complejo de viviendas municipales Karl Marx Hof
 
Foto 14: Casa Wittgenstein


II
Varias pistas de patinaje sobre hielo, largas mesas comunitarias de madera, reflectores con luces de colores, música y puestos de comida convocan a una multitud que se da cita a pesar del frío. La atmósfera oscila entre la kermesse de barrio y la posada del pueblo. Pero estamos en pleno centro de Viena, en la plaza ubicada entre los imponentes Burgtheater y Rathaus o Ayuntamiento. Unas cuadras más adelante, una concentración de inmigrantes, altoparlante en mano, pide por la igualdad de derechos y documentación para todos. Hay banderas rojas, aplausos, abucheos y vivas. Los carros de policía mantienen una discreta distancia.



Fotos de Viena, sábado a la tarde


III
Los chicos están sentados en ronda, promedian los tres años. La maestra habla y gesticula, señala un cuadro de William Blake y pide opiniones. Uno, intrépido, se levanta y de corrido y sin dudar, expone sus ideas en un alemán difícil. La mujer asiente, los demás escuchan. Varios padres, de pie, cierran el círculo. Estamos en la exposición La noche que se exhibe en el Palacio Belvedere. Un rato antes habían quedado fascinados con las imágenes de murciélagos y gárgolas del romanticismo gótico. Entonces, salieron de la sala, en fila, agitando los brazos y ululando despacio, como los cuervos que habitan las plazas de Viena.

Palacio Belvedere


Afiches callejeros de la retrospectiva de Max Ernst en el Albertina
y de la Exposición Viena 1900

La Karlsplatz bajo nieve

 Vitrina de un negocio de antiguedades


IV
Abandonamos Viena pensando en Klimt, en el expresionismo desesperado de Schiele, en la noche, los nocturnos y todas las fuerzas creativamente diabólicas desatadas en  la Viena de fin de siglo. Miramos la ciudad y todo parece discurrir con una perfección extraña. El bienestar trae, por lo visto, una conciliación obligatoria. ¿No habrá, entonces, más sobresaltos?
 


Tres ejemplos de arquitectura posmoderna en Viena

 
 
Gustav Klimt (fragmento) y una caricatura sobre el impacto que causó
la Casa Loos en el momento de su inauguración (Leopold Museum y Loos Haus)
 
 
FOTOS: VIENA (ZENDA LIENDIVIT, FEBRERO 2013)
 

jueves, 14 de febrero de 2013

PRAGA (4) / BARROCO Y BOHEMIA

Praga, una desorganización de los sentidos
 
Praga no solo constituye una experiencia artística por su riqueza arquitectónica. El mismo trazado de la ciudad produce múltiples posibilidades estéticas que siempre parecen estar saliendo al paso. Una feliz desorganización urbana a fuerza de haber preservado aquella estructura premoderna que prioriza tanto los sentidos como la función social a través del tratamiento de sus espacios públicos. En Praga todo parece acontecer en forma imprevista, el extravío siempre encuentra sus motivos, tanto para seguir como para quedarse. Perderse en los barrios tradicionales, esos en los que el turismo instaura verdaderos ritos procesionales, conlleva una apertura que escapa a cualquier dispositivo de control visual o itinerarios prefijados y exige por forma la puesta en juego del visitante. Esta condición barroca de la ciudad, sensualidad,  apertura a lo otro y participación activa, no solo se sustenta en sus características materiales –suntuosidad arquitectónica, diseño, edificaciones históricas y memoria.- sino en la voluntad política de alentar un modelo de ciudad sobre otro. La antiplanificación moderna de Praga enfrenta, y seguramente la deja siempre en un centro de tensiones, a esas propuestas globales aplicadas como prescripciones médicas en las grandes metrópolis contemporáneas. Praga propone un urbanismo social en un escenario monumental, sustentado por sus producciones materiales pero a la vez en oposición a sus continuas fragmentaciones históricas: mientras recrea en sus infinitos laberintos la plaza del pueblo, ofrece las posibilidades de desarrollo no solo material sino también espiritual del hombre con los recursos del siglo XXI. Todo un desafío a sostener.
Nos estamos yendo de Praga. El tren nos lleva a Viena.
 
 
 
 






 
FOTOS ZENDA LIENDIVIT (PRAGA, FEBRERO 2013)