El
pensamiento de afuera
Hay que decirlo: el nombre tiene reminiscencias de la policía del pensamiento de Orwell mezcladas con ecos empresariales, algo marketinero, remotamente bélicas. O tal vez, nos recuerda a Control, la Agencia Secreta del bien que luchaba contra Kaos, la organización del mal, de aquella serie de fines de los 60. Una fusión entre la árida y tecnocrática realidad y la ficción más delirante. Pero, ¿qué hay afuera del lenguaje? Se habita el lenguaje, y el nombrar no tiene nada de inocente. Se funda entonces una Secretaría destinada a planificar acciones sobre el pensamiento. Pensamiento nacional. Es decir, alambrado de acuerdo a alguna incierta geografía y cuyos límites, parecen, desde el nombre no inocente, inviolables. Si todavía nadie se puso de acuerdo sobre el ser nacional, mal pronóstico le espera a su pensamiento. Pero se lo alambra por las dudas, coordinando operaciones planificadas para la defensa de aquella entelequia. ¿Defensa de qué? Del afuera, de las contaminaciones del pensamiento de afuera. Afuera de la entelequia tampoco es un lugar demasiado preciso. Pero sin dudas, es mucho más fácil de visualizar. ¿Habrá una secreta necesidad de expulsar “ese afuera” del pensamiento imperante para que aquel no devele el verdadero lugar que tendría que ocupar todo intelectual que aspire a una cultura emancipadora? ¿Terminaremos haciendo fogatas con los libros de Nietzsche, Heidegger, Deleuze, Poe, Joyce, Artaud, Baudelaire, Kafka, Benjamin, Foucault, Camus y tantos otros que provocaron rupturas vitales a través del desmantelamiento de tradiciones y de sistemas de pensamiento opresivos y opresores, y de los cuales heredamos ese espíritu crítico que nos lleva a desconfiar de nombres y de toda acción destinada a legislar lo ilegislable? Esperaremos el próximo capítulo.