No bombardeen Occidente
Preciosa Londres. No nos impacta tanto su destrucción, bien
hollywodense, sino esas tomas aéreas, ese ojo que la sigue y la persigue, la
escudriña, como quien estudia su objetivo antes del zarpazo. Londres radiante,
ciudad mundial, capas sucesivas de la historia que se superponen, exigen
protagonismo como baluarte de una civilización que se sabe, lo intuye,
condenada (imposible esto en Nueva York: le faltarían esos estratos que, al fin
y al cabo, dan sentido al endeble film).