Héroes clásicos y modernos:
Por qué amamos a Ethan
Hunt
Un anarquista malo quiere
aniquilar al 30% de la población mundial, resuelva el problema, tómelo o
déjelo, nadie saldrá a respaldarlo, esta cinta se autodestruirá en 5 segundos.
Y la música, esa que nos retrotrae sin escalas a la infancia, inunda la sala de
cine. Claro, volvió Ethan Hunt y ya sabemos: hará posible aquello que, física,
gravedad, estadísticas o naturaleza mediante, es imposible. ¿Qué tiene este
agente díscolo e insubordinado que logra tenernos en jaque durante más de
dos horas, mejor dicho, más de unas cuantas horas, porque la saga ya va por su 6° entrega?
Ethan Hunt es un héroe singular: le propinan golpizas que lo dejan
aplastado contra el piso; le salvan la vida; los malos a veces se la perdonan; sufre por un amor que sí es imposible; tiene miedo; maldice cuando las cosas no le van como espera y claro, marca de
fábrica, también recurre a sarcasmos sutiles cuando el guión es demasiado
obvio. O sea, casi siempre. El guión, no el sarcasmo: Misión Imposible no se
presenta como parodia ni comedia. En absoluto: es una ficción que se tensa al máximo sin caer en la rotura. Uno, y sobre todo una, sufre
con este agente paria que resuelve situaciones con procedimientos cercanos a la
magia o la fantasía. Pero sin caer en ellas. Mucho menos, en la pedagogía doctrinaria. Los
descarriados que siempre quieren destruir a la humanidad son psicópatas tan
singulares que nadie los relacionaría con potencias tradicionalmente enemigas
del imperio. Ethan Hunt en todo caso, y hablando de imperios, nos recuerda al
divino Aquiles (no por nada la cinta de esta nueva misión viene dentro de La Odisea, de Homero). Hermoso, parco, antisocial, solidario con sus compañeros, pura acción. Ese hombre que bordea lo sobrenatural y que, por unos instantes, nos dice que todo está bien, que él está allí, en las sombras pero refulgente como su antecesor griego, para salvarnos
de esas mentes que sueñan catástrofes y que quieren destruir esta civilización que supimos conseguir. Ethan Hunt, como lo dijimos una vez, es
el Héroe clásico pero también el Único conflictuado. Y en esta monumental sexta entrega de la saga (¡¿qué otro adjetivo cabe?!) lo deja en claro en la contraseña al inicio de la película: “El mensajero le dice al guerrero que una
tormenta se avecina". "¿Qué contesta el guerrero”. "Yo soy esa tormenta”. Una
tormenta que se pasea, o mejor dicho, que sufre, por las preciosas París y
Londres pero también por las aldeas pobres de Europa del Este. Las cunas civilizatorias y esa naturaleza agreste y hostil son escenarios y, a la vez, partícipes necesarias de la trama; proveen tecnologías
sofisticadas pero dejan en claro que, al fin y al cabo, la lucha final es
cuerpo a cuerpo,como Aquiles cuando vence a Héctor, hermosos los dos. Un retorno a una mística originaria: esto también es “Misión
Imposible: Repercusión”.