Diez años de aquella fatídica noche; las sirenas rasgaban el calor agobiante y alertaban que algo andaba mal, un espantoso sonido que no cesaba, que se multiplicaba como multiplicaba Crónica en su pantalla el número de muertos en cuestión de segundos. Y entre cadáveres apilados, asfixiados, pisoteados, incinerados, el silencio oficial; la mirada distraída de varios, la ausencia de responsables, la morbosidad mediática. Y después, las marchas, la tristeza que se cobra más vidas, la destitución de Ibarra; las idas y vueltas de la justicia. Y la muerte de Chabán como macabro corolario de la década. Esa fatídica noche en la que descubrimos que Buenos Aires puede ser una perfecta maquinaria de exterminio que opera a base de corrupción fundada en negociados, coimas y complicidades. Pero también, en un modelo doctrinal que circula por el mundo con pretensiones hegemónicas. La "ciudad inteligente", concepto tan de moda para pensar la planificación de las metrópolis contemporáneas, supedita él éxito de la "empresa ciudad" a factores tales como la efectividad, el rendimiento, la utilidad, la productividad y la sustentabilidad en el tiempo, sometiendo al espacio urbano a las leyes delmarketing y subvirtiendo su condición de espacio vital a la de una mercancía mundial. La ciudad se transforma, para los artífices de los nuevos lenguajes que hablan esta instrumentalización de la vida, en una marca a publicitar, vender e imponer a fin de que se torne, como la coca cola o el perfume francés, apetecible. Y por supuesto, redituable: así como se proyectan los espacios privilegiados de una ciudad en detrimento de otros, también se formatean y seleccionan sus poblaciones aptas para consumir y ser consumidas, con sus propias valoraciones, sus estrategias de exclusión e inclusión, de supresión y descarte. Y son propias porque dependerán de las condiciones autóctonas de cada territorio donde se apliquen estas festivas recetas. El mal sin embargo no es argentino, sino global. Se observa en los grandes centros urbanos con resultados dispares. Mucho hemos pensado, hablado y escrito sobre el tema en estos diez años; algunos de esos textos se pueden leer en la columna de la izquierda. Cromañón no fue un accidente, tampoco una tragedia. Cromañón fue el resultado de una política, urbana, cultural, educativa y comunicacional, que contempla al otro como gasto improductivo susceptible de eliminación. Esa noche terrible fueron ciento noventa y cuatro.
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