Plano de Madrid en mano (el del Metro, indispensable),
círculos en rojo y las marcas de los recorridos posibles. De un extremo a otro
de la ciudad, en los barrios menos pensados, a contramano algunas, escondidas
otras, en lugares centrales las menos. Seguirles el rastro a las librerías “de
lance”, o comúnmente denominadas de ocasión, segunda mano, de ediciones
descatalogadas, libros antiguos y raros, es un trabajo arduo. Es un circuito
alternativo que si bien suele aparecer en los medios de comunicación, se lo
aborda desde la curiosidad un poco trivial: o se hace hincapié en los precios
bajos, y las increíbles ofertas, o en el bibliófilo –para la imaginación
popular, ese ser medio oscuro, que merodea bibliotecas y cuanto anticuario
encuentra a su paso- que va en busca de rarezas. Estas librerías, sin embargo,
conforman un espacio que suspende tanto las urgencias mercantiles de las
grandes casas editoriales como los cánones de la academia e instauran sus
propios tiempos de lectura. Alejadas del vértigo de la gran metrópolis, cada
una ofrece al lector avisado la posibilidad de construirse su propia
bibliografía, ajena a ambas. Y en esto, cada una es, literalmente, un mundo
aparte. Son mucho más que “librerías de viejo”; tienen, claro, el privilegio de
la ubicación central y de la conexión y circulación con otros centros de
Europa. Tienen, sin embargo, también que transigir para sobrevivir. Quiero retirarme de
esto, me decía hoy un librero. Quiero quedarme en mi casa donde tengo más de
mil libros y leerlos. Nunca quise ser comerciante. Al principio esto iba a ser
solo de libros raros, que me interesaran. Pero me venían
a ofrecer colecciones completas de, por ejemplo, ferrocarriles. ¡A mí qué me
importan los ferrocarriles!, pero sabía que se venderían muy bien. Y así fue.
Entonces, hay que ofrecer lo que te gusta y lo que no, remata resignado. Y esto
se nota en todas. Pero existe sin embargo una gran diferencia con las grandes
corporaciones de la palabra escrita: desentendidos del tiempo y de las modas, en
estos antros librescos existe la posibilidad de reinstalar en el presente
aquellas voces que quedaron sepultadas precisamente por ese nefasto mecanismo
que relaciona taquilla y escritura. O que no aplicaron frente a los jerarcas
titulados de turno por carecer de las conexiones necesarias para conformar el corpus, o el cánon, o cualquiera de las denominaciones que utiliza la academia para decidir quién sí y quién no entrará a sus aulas (y lo que aún es peor, a las mentes de sus discípulos). O que, simplemente, no encontraron en su presente las posibilidades de
circulación y difusión. Y quedaron allí, a la espera del lector interesado.
martes, 24 de abril de 2018
sábado, 21 de abril de 2018
MADRID (3) / ¿PODEMOS?
¿Podemos?
Irene es la encantadora dueña de una de esas librerías
marginales que abundan en Madrid. Las de “segunda mano”, que tanto pueden
atiborrarse de chatarra como atesorar hallazgos. La chica es politóloga, está
haciendo su doctorado en la
Complutense , estudia las migraciones y los mecanismos de
poder y control en las ciudades, que van más allá de muros y rejas (allí surgió
la empatía y una larga charla) y fue alumna de todos los referentes de Podemos.
También, está bastante desilusionada. “No se puede saltar de la academia a la
gestión política, sin formación previa”, me dice. Y me cuenta algunos
entretelones de esa agrupación que prometía y que ahora está sumida en luchas internas.
No entiende cómo las clases más desposeídas de España se vuelcan por la derecha
y ambas nos largamos a reír cuando tocamos el tema de la oratoria de los respectivos
mandatarios. Y dice algo sorprendente: que hay mucha bibliografía argentina en
sus planes de estudio. Le digo que la
UBA no es lo que parece, que abundan los negociados y los cotos de caza, al margen del declive del nivel educativo; ella me
retruca lo mismo de la Universidad española. Le sorprende, sin embargo, estos focos de
resistencia que se erigen en condiciones tan adversas, ella con la librería
(son varios locales, que realizan una gestión mucho más amplia que la mera
venta de libros) y nosotros con la revista, la editorial y el centro de
estudios, sin ayuda alguna y sobre todo, totalmente independientes. Afirma que el pensamiento provoca melancolía e impotencia. Hay sólidos
mecanismos de estupidización global y lo peor es que tiraron las llaves y nos
dejaron adentro, remata. Afuera, arde Madrid: son las horas previas a un
partido de fútbol entre dos equipos no locales. Por lo que cada zona de la
ciudad está tomada por sus hinchas bajo la tutela de carros policiales y la
mirada de turistas y madrileños que escuchan los cantos de unos y otros. ¿Pero
por qué no jugaron en Barcelona o en Sevilla?, le pregunto a un vendedor de
diarios. Porque es la final de la
Copa del Rey, me contesta casi con enojo. No hay camas
disponibles en Madrid, me avisa la dueña del hostal: hoy el partido, mañana el
maratón Popular. Este dejará paralizada a la ciudad. Me quedo con la imagen de
esas llaves tiradas por algún lado.
jueves, 19 de abril de 2018
MADRID (2) / LOS LIBROS DE ABRIL
Los libros de abril
Mes del libro en España. Y se siente: mesas
interminables en la Gran Vía
con ofertas impensadas, en plazas y plazoletas, en los descuentos en las librerías.
Aunque todavía algo retrasadas: la gente prefiere los puestos callejeros. Y después,
las cuevas, esos lugares encantadores de libros usados que aquí abundan y donde
una puede encontrar joyas a precios absurdos. Así está Madrid, entrando en una
primavera azul, cálida al mediodía, atestada de turistas a la búsqueda de olores y sabores. Y desbordada de libros
como una gigante biblioteca urbana. Suena algo así como el paraíso de Borges.
miércoles, 18 de abril de 2018
MADRID DORADA Y MODERNA
Madrid dorada y moderna
¿Del Toboso o sin Toboso?, me pregunta con jocosa seriedad el
hombre de migraciones del aeropuerto de Barajas cuando escucha el nombre del
hostal. Amable, intuí apenas una señal de cordialidad, como para restarle
ese carácter censor que pesa sobre el que debe decidir el ingreso a un país
que, encima, está visualizado como candado de Europa. Esperó, sin embargo, mi
respuesta. Cuando ya estaba retirando las valijas empecé a dudar de la inocencia
de aquel interrogatorio. ¿No sería algo sospechoso que me alojara nada menos que en el
archiliterario Barrio de la
Letras de Madrid y desconociera a la inmortal amada de su
principal habitante? Algo así como “no entiendo la pregunta” me hubiera, por lo
menos, ubicado en alguna mira nada deseable. Entonces sí, estoy en el glorioso
Siglo de Oro español donde, curiosamente, casi no se escucha dicho idioma. Cosmopolita,
con estrechas callecitas peatonales, arboladas y abalconadas (solo pueden
entrar los autos de los residentes del barrio), atiborrado de bares, hostales, antigüedades
y, claro, las casas inmortales, el barrio conforma una atmósfera cerrada en
pleno centro de la ciudad. Un micro clima que casi le confiere estatus de pueblo
pequeño y desentendido del vértigo moderno que transmiten la
Gran Vía y la Puerta del Sol, a apenas
unos metros de distancia. Una estrategia de lo más redituable de parte de gerenciadores urbanos que encuentran en la
revitalización del culto a aquellos autores clásicos una marca y una identidad
que facturan al resto del mundo. Allí
vivieron y allí murieron, allí también se odiaron y recelaron unos de otros.
Pero sobre todo, allí crearon. Ósmosis, reverencia, cholulismo. O en todo caso,
un respiro a la prosperidad exultante de una ciudad ampulosa que,
definitivamente, ingresó a Europa. Respiro tan imaginario como la amada de aquel
que, confundiendo realidad con ficción, fundó la novelística moderna. En otra entrada
hablaré del oficio de lectora errante, al que estoy abocada, por librerías en esta
preciosa primavera madrileña.
jueves, 5 de abril de 2018
CINE:DE VUELTA A CASA / CENTRO, PERIFERIA Y MODERNIDAD
CINE / DE VUELTA A CASA
Centro, periferia y modernidad
Varios autores sostienen que las vanguardias
estéticas de Europa de fines del Siglo XIX fueron un "arte de periferias". Ese Art Nouveau (que en cada lugar adquirió nombre propio y características
definidas) constituyó una forma de rebelión surgida en aquellas ciudades que orbitaban alrededor de centros rectores apegados a tradiciones y jeraquías. Así Bruselas, Glasgow, Barcelona, Viena, Chicago, Praga
entrevieron que el avance tecnológico, motor de esa arrolladora modernidad
industrial, podía ser también cuestión estética. Que las pesadas formas,
heredadas del pasado, tenían los días contados. Ciudades que por otra parte se
industrializaron a mayor velocidad que sus cabeceras (aquí Rosario en relación
a Buenos Aires). La periferia entonces como lugar de apertura a lo nuevo (y sitio de fundación del primer Borges, en sus diversas acepciones: orilla, ocaso, suburbio), pero
también, como escucha de una época. O mejor dicho, de los problemas de una
época: la masificación, el crecimiento incontrolable de las ciudades, el tiempo
mecanizado, la construcción seriada y normalizada, la industrialización sobre la producción artesanal, los nuevos temas, las nuevas percepciones. Hoy, como si las grandes ciudades mundiales estuvieran
saturadas de novedad inocua y mercantilizada, se observa el papel protagónico de
núcleos urbanos hasta hace muy poco tiempo sinónimos de devalúo, tanto material
como existencial. Así Brooklyn en relación a Manhattan, por ejemplo. O la misma
isla, pero abordada desde sus zonas marginales. De algo de esto trata el film rumano De vuelta a casa, la ópera prima de Andrei Cohn. Bucarest (y sus extensiones Londres, París, Nueva York) versus el pueblo chico,
mediocre, donde sus habitantes se auto desestiman frente a las luces de las
grandes metrópolis. Robert, poeta, periodista, y supuesto conquistador de éstas, vuelve a su casa por un día, a la casa de su padre, al reencuentro con viejos amigos de la adolescencia. A partir de allí, el
enfrentamiento entre ambas geografías. No es casual este retorno, no solo del
personaje sino de las filmografías, ya fueran de países periféricos, como
Rumania; o de centrales, pero mirados desde dicha ubicación (ya lo vimos en la excelente serie noruega Vida dura desde los márgenes de la inmigración polaca; o en Proyecto Florida,
solo por citar las más recientes). Este retorno a una instancia pre posmoderna
desde donde replantearse la relación del hombre, precisamente, con su
entorno, con esas ciudades antropofágicas que no detendrán el mecanismo hasta
lograr su objetivo final: seres automatizados, no pensantes y felices de ir rumbo al matadero.
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