Obediencia y rebelión
“No pudimos salir en casi un año. Pusieron montículos de tierra, como
barricadas, y te pedían documentos. Si no vivías aquí, no podías entrar. Y
nosotros, que somos artesanos y comerciantes independientes, nos quedamos con
un montón de pedidos para otros pueblos, justo en pascuas. Al principio los
pudimos distribuir, después ya no. No te otorgaban el permiso. Fue un infierno,
perdimos muchísimo. Pero nos levantamos y aquí estamos”.
Lo escucho, recuerdo, me sublevo. El hombre fabrica productos
panificados, que son una delicia. Le comento que en CABA la obediencia fue muy
frágil. Que yo también soy profesional independiente y que jamás pensé en
obedecer, más allá de que una de mis actividades estaba exculpada (aunque nunca
solicité permiso de nada, ni de circulación). El hombre asiente. “Allá era otra
cosa, aquí patrullaban las calles”, me comenta resignado. Maldigo al
gobernador. Me sale en voz alta. El hombre sonríe y vuelve a asentir.
“No sé por qué fuimos tan obedientes, tan dóciles”, me dice otro,
también productor y artesano independiente. “Todavía no me explico por qué no
salimos. ¿Por qué obedecimos? Ellos hacían fiestas y nosotros nos moríamos de
hambre y de angustia. Porque si uno se pone a pensar, era una enfermedad
respiratoria, nada de eso serviría de todas formas. Pienso que cuando vieron
que el primer mes todos tuvimos miedo, tomaron coraje”, agrega. Me habla
también de las fiestas de Boris Johnson. “Pero ya estamos bien, ya nos
recuperamos, resistimos y aquí estamos. Aunque hubo algunos que no pudieron”,
me dice.
Me siguen contando historias; recordé otros relatos, de otros pueblos,
el año pasado. La misma furia, el mismo desconcierto, el mismo dolor. Me quedo
con lo que me dijo otro habitante de este pueblo precioso: “Europa se estaba
poniendo cada vez más violenta, no toleraban más las restricciones. No sé, me
parece que las levantaron porque vieron que las cosas se les estaban yendo de
las manos. Si no, hubieran seguido las variantes”, agrega y se ríe. Le respondo
que no podía estar más de acuerdo.
A la vuelta pensaba en el video que estamos preparando. Lo llamamos
“Puebladas” por un título que utilicé en 2015, cuando recién iniciaba los
recorridos por los pueblos de la PBA. Hoy, después de dos años de algo que
nunca más debemos permitir que se repita (y no me refiero a la pandemia
precisamente), ya adquirió otra connotación.