Logos del
capitalismo
Imperdible
oportunidad ésta para expresar obviedades y quedar a tono con una época que ama
las frases cortas y contundentes, las que se inscriben fácilmente en carteles y
que requieren poca tinta, digital y de la otras. Formato preferido de
estrategias empresariales no ya para imponer una marca sino para volver marca
todo lo que toca. ¿O alguien duda acaso de que las nuevas formas de expresión
(140 caracteres, abreviaturas celulares, clicks tipo emperador romano,
hashtags, etiquetas y demás) no están ideadas para configurar nuevas
subjetividades a través de la palabra sustraída, reducida, trivializada,
intensa como burbuja de gaseosa pero sin densidad alguna, y que esas
configuraciones provienen precisamente de grandes corporaciones económicas? A
las que sí, adivinaron, les gustan más los prósperos consumidores-consumidos,
los satisfechos y felices que se mueven como pez en el agua porque se les
ahorró la dura tarea de pensar (y ese ahorro, encima, está valorizado), que los
incómodos y disconformes, que siempre indagan en lo que hay detrás, en el
medio, en los intersticios de la lógica, del arreamiento y de la masividad de
las buenas conciencias. Época de carteles que flamean en pantallas luminosas,
¿qué hay detrás?: un laberinto de circuitos, cableados, placas, arandelas,
tornillos, metales, tapas, el técnico, el antivirus, la portabilidad que me
fusiona a toda hora y en todo lugar a esa espera conectada del éxito de mi
yo-empresa. ¿Cuánto cuesta el otro como promotor de mi propio cuerpo devenido
producto que aspira a la masividad? El otro, antes prójimo o afecto, luego
cliente, deudor o acreedor; ahora auspiciante que se desea para que me
acredite. Ayer una primavera florida, un baldazo 'concientizador', una
decapitación, un vestido de color mutable, un imbécil que hace pavadas y llena
teatros. Mañana, el fin del hambre o de la guerra en el mundo o pizza gratis
para todo el mundo. ¿Y después? ¿Terminaremos como el omnipresente Hal 9000 de
"2001 Odisea en el espacio", controlador y controlado, cantando
canciones infantiles, en forma entrecortada, con voz tergiversada por el
inminente final, porque alguien, quién sabe desde qué espacio remoto, nos está
desconectando por prescindibles y obsoletos? Porque ya no le gustamos.
Lógicamente.