Camus
en Tandil
Siempre que visito estos maravillosos pueblos del "interior" (después revisaremos estas categorías), recuerdo las palabras de Camus en el libro "Bodas":
"Con frecuencia he oído a los oraneses quejarse de su ciudad: "No hay ambiente interesante". ¡Ah, diablos, no lo querrían! Algunas buenas personas han intentado aclimatar en ese desierto las costumbres de otro mundo, fieles al principio de que no se puede servir al arte o las ideas sin ser varios. El resultado es tal que los únicos ambientes simpáticos siguen siendo los de los jugadores de póker, aficionados al box, jugadores de bochas y sociedades regionales. Allí, por lo menos, reina la naturalidad. Existe cierta grandeza a la que no le sienta la elevación. Es infecunda por esencia. Y los que desean encontrarla, dejan los "ambientes" para bajar a la calle..."
Grandeza a la que no le sienta la elevación: algo de esto me repiquetea cuando la empleada de una librería, de varios pisos, con cafetería, patios, toldos, es decir, moderna, se quejaba de que en Tandil a nadie le interesa la cultura. Ni aunque fuera gratis. También recuerdo a Camus en el letargo siestero que se extiende hasta las 5 de la tarde. En el bullicio juvenil y hedonista que dura apenas dos horas, y en donde se despliegan las estrategias de seducción ahora tecnologizadas, para después volver a la quietud alrededor de las 9 o 10 de la noche. En los bodegones donde la gaseosa todavía se sirve en botelllas de dos litros, los platos son interminables y el precio, irrisorio. O en los negocios donde la moda de las grandes metrópolis se cuela en percheros y uniforma las calles. Me fui de Tandil con un precario convencimiento: hay que empezar a reformular el lenguaje. Con urgencia.
Fotos: Z.L. Enero 2019