Marienplatz
Llegamos a Munich el lunes al mediodía y a los pocos
minutos, ya estábamos en la
Hugendubel , la librería-café de cinco pisos que domina la Marienplatz. La plaza
favorece esta apropiación inmediata, es pequeña, vital y estratégica. Hace sentir
como en casa al extraño y es el nodo ineludible para el habitante permanente. Es
referencia urbana y pertenencia emocional. Todo parece pasar por la Marienplatz. O
estar cerca, como el Viktualienmarkt, el mercado callejero de varias cuadras de extensión; o la Hofbrauhaus, la célebre cervecería que está a la vuelta y donde a toda hora se suele brindar por lo que sea. La plaza sobrevivió a la catástrofe y se nota en su perfil heterogéneo.Como la misma Munich que con sus construcciones de posguerra parece mostrar los
boquetes del horror. Pero la ciudad, a pesar de los seis grados bajo cero, la
nieve y la historia, es cálida y muy hospitalaria (con frecuencia, los transeúntes locales se detienen a preguntarnos si necesitamos ayuda cuando nos ven con los mapas en la mano y ese típico gesto de turista un poco desorientado). Y cosmopolita: la inmigración árabe es
significativa a punto de constituir el perfil de barrios enteros, como el Theresienwiese
en el que estamos alojados y donde el alemán, a ratos, parece la segunda
lengua.
Las construcciones del horror
En el Museo de la
Ciudad vimos una exposición sobre el Nacional Socialismo en
Munich. La muestra abarca desde el nacimiento del nazismo hasta la capitulación
y Núremberg y hace centro en las estrategias publicitarias del régimen apoyadas
en los medios de comunicación, la industria editorial y la cultura del
espectáculo: afiches, periódicos, libros, revistas, comics, humor, pegatinas,
proclamas, festivales, heráldicas y toda la simbología utilizada, en las formas
más variadas, para la seducción y manipulación de las masas. Y sobre todo, para
la construcción de conceptos, como el bien y el mal, así como la visualización de
los amigos pero sobre todo, de los enemigos. De particular interés el video de época proyectado
en el microcine sobre un faraónico desfile de carrozas, estilo carnaval, donde circulaba
la mitología alemana. Más increíble aún el fervor de las multitudes, a duras penas contenidas por
los guardias de seguridad, cuando hacía su aparición la cúpula del poder. Un
fervor parecido al que despertaban los Beatles o cualquiera de los artistas durante sus actuales megagiras mundiales. Como ya es habitual, un grupo de
alumnos de colegio recorrió con nosotros las salas del museo. A los gritos, codazos
y risas con los que aguardaban la entrada, le siguió un silencio de radio; los
chicos miraban absortos imágenes de torturas, campos de concentración, esvásticas
y uniformes. La sala de exposición era laberíntica, de a ratos, el próximo paso
nos resultaba una tarea agobiante.
FOTOS: ZENDA LIENDIVIT / FEBRERO 2013