Manierismo y Barroco
La cámara recorre los tejados rojos, los palacios renacentistas, las fachadas góticas, las iglesias manieristas, los canales con góndolas y vaporettos. Varias tomas panorámicas, agua, tejados y el bailoteo que funda y que funde a la bellísima ciudad. Y ella, con los labios rojísimos, la mirada inquietante, la silueta sinuosa, los vestidos lujosos, los largos primeros planos. Y él, por supuesto, desprolijo, melancólico, un poco torpe, bastante desconcertado, con algunos resabios sutiles de su desopilante Capitán Jack Sparrow. Allí están Angelina Jolie y Johnny Deep, perseguidos por la mafia estafada, por la Scotland Yard, la policía italiana y algunos más. Y Venecia que los ampara y los condena a la vez, a través de canales tortuosos, tejados enracimados, vericuetos medievales. La ciudad clásica que ama lo clásico y sus transgresiones, ciudad implacable para el desprevenido, campo de acción de Palladio y del furioso Tintoretto, dos rebeldes que miraron con obsesión el pasado para extrañarlo y fundar el futuro. Voluptuosidad barroca, claroscuros y colores intensos, así transcurre El turista, nada es demasiado real, nada es demasiado sólido. Como la propia ciudad que se bambolea, que oscila entre la escenografía y la tensión vital, que se hunde y que renace, que extravía y deslumbra. A la manera del amor y las pasiones.