martes, 27 de octubre de 2015

RUMBO AL BALOTAJE (1) / DAÑOS COLATERALES

Daños colaterales

La política tiene proyectos, que a la vez generan efectos. Algunos de ellos no deseados: son los daños colaterales. El daño colateral es un costo dispuesto a ser pagado porque a lo lejos se vislumbra un objetivo superador. Costo, por otro lado, que suele correr por cuenta de las mayorías inocentes (inocencia entendida como desconocimiento y falta de responsabilidad en las decisiones). Hipotéticamente, entregar un tiempo a manos del enemigo político con la vista puesta en un retorno a mediano plazo es una estrategia como cualquier otra. Extremadamente peligrosa, por cierto. Puede ocurrir que ese tiempo suspendido se emancipe de todo cálculo, se afiance y genere sus propias líneas de acción. Dos o cuatro años de neoliberalismo al estilo de los años 90 es un riesgo enorme, para la población y para cualquier proyecto progresista. Ahora, ¿ese es el verdadero peligro? Ya se sabe: la práctica política, aunque pregone amor y alegría, difícilmente trabaje con esos materiales. Suele en cambio estar acicateada por el miedo: no hay peor enemigo que aquél que se nos parece. El mensaje, entonces, fue captado: “Voy a ser más Scioli que nunca”. Se terminaron las traiciones: los otros, a pesar también de lo que expresen tibiamente, ya se ubicaron en la vereda opuesta (porque al fin y al cabo, ¿qué diferencia insalvable existe entre un Néstor Kirchner, admirador de Menen en los 90, que llegó al poder de la mano de Duhalde, que capturó tan rápidamente la adhesión de esos sectores abanderados de la progresía, y este candidato tan resistido?).