Manifiesto existencial
Lo que esperamos de la nueva época:
Escuelas y Universidades abiertas,
dialogantes, con planes de estudios actualizados y concursos reales, sin cotos
de caza, estructuras corruptas, alumnado-cliente, docentes burócratas y otros
lastres de candente actualidad;
Museos, Institutos y Bibliotecas concebidos como centros de resguardo y producción de conocimientos, con apertura al afuera, tanto geográfico como existencial, y no como perversas empresas dedicadas al lucro y la especulación personal;
Apoyo real a las producciones independientes, realmente independientes;
Más pensamiento crítico, más pasión, más deseo: una cultura como biografía palpitante y no como empresa cosificante.
Museos, Institutos y Bibliotecas concebidos como centros de resguardo y producción de conocimientos, con apertura al afuera, tanto geográfico como existencial, y no como perversas empresas dedicadas al lucro y la especulación personal;
Apoyo real a las producciones independientes, realmente independientes;
Más pensamiento crítico, más pasión, más deseo: una cultura como biografía palpitante y no como empresa cosificante.
Esto decíamos ayer:
"La apropiación
terrateniente del saber, y de sus espacios, cumple el mismo rol colonizador que
en el pasado lo hiciera la posesión de la tierra, tan bien descripta por
Ezequiel Martínez Estrada en su Radiografía de la Pampa. Universidades
inmóviles; institutos y centros de investigación que funcionan como cotos de
caza y ámbitos para hacer negocios y acumular poder; espacios vallados también
como si se trataran de estancias pampeanas; formas obsoletas; planes de
estudios desactualizados; restricciones en el acceso y en la circulación de las
producciones realmente independientes, etc, conforman apenas un breve
pantallazo de esta situación. Pregonar que se quiere una cultura y un
pensamiento críticos mientras que las acciones se dirigen exactamente hacia el
lado contrario constituye no solo una hipocresía sino un eficaz sistema de
silenciamiento e inmovilización. Una sociedad con una cultura paquidérmica que
desertifica lo que encuentra a su paso no tiene buen pronóstico. Los espacios
del conocimiento tienen que ser abiertos y dialogantes, con docentes que sepan
transmitir el placer del estudio y no burócratas que se aferran a sus cargos y
no los largan ni aunque les llegue la hora, formadores de alumnos domesticados,
repetidores como autómatas de las lecciones heredadas. O desconcertados y
desmotivados, que deambulan por pasillos de facultades y de la vida. Se precisa
renovación permanente, aulas agitadas, lecturas creativas, relación con el
afuera, pasión por lo que se hace y cómo se hace. Pero sobre todo, es
imprescindible develar que el actual estado de cosas es un contravalor y no una
credencial de prestigio y pertenencia. Ninguna política educativa puede
prosperar sino se desprende de estas reaccionarias telarañas del pasado.
Ninguna sociedad puede darse el lujo de suicidarse dilapidando su
extraordinario capital humano y empobreciendo el carácter emancipador de su
cultura. Esta es la gran deuda de los gobiernos progresistas y tal vez, la
causa de muchos de sus fracasos".
(Nota Editorial Revista Contratiempo Noviembre 2013, "Estancias en el
desierto")