viernes, 23 de octubre de 2015

MANIFIESTO EXISTENCIAL / LO QUE ESPERAMOS DE LA NUEVA ÉPOCA

Manifiesto existencial
Lo que esperamos de la nueva época:


Escuelas y Universidades abiertas, dialogantes, con planes de estudios actualizados y concursos reales, sin cotos de caza, estructuras corruptas, alumnado-cliente, docentes burócratas y otros lastres de candente actualidad; 
Museos, Institutos y Bibliotecas concebidos como centros de resguardo y producción de conocimientos, con apertura al afuera, tanto geográfico como existencial, y no como perversas empresas dedicadas al lucro y la especulación personal;
Apoyo real a las producciones independientes, realmente independientes;
Más pensamiento crítico, más pasión, más deseo: una cultura como biografía palpitante y no como empresa cosificante.

Esto decíamos ayer:
"La apropiación terrateniente del saber, y de sus espacios, cumple el mismo rol colonizador que en el pasado lo hiciera la posesión de la tierra, tan bien descripta por Ezequiel Martínez Estrada en su Radiografía de la Pampa. Universidades inmóviles; institutos y centros de investigación que funcionan como cotos de caza y ámbitos para hacer negocios y acumular poder; espacios vallados también como si se trataran de estancias pampeanas; formas obsoletas; planes de estudios desactualizados; restricciones en el acceso y en la circulación de las producciones realmente independientes, etc, conforman apenas un breve pantallazo de esta situación. Pregonar que se quiere una cultura y un pensamiento críticos mientras que las acciones se dirigen exactamente hacia el lado contrario constituye no solo una hipocresía sino un eficaz sistema de silenciamiento e inmovilización. Una sociedad con una cultura paquidérmica que desertifica lo que encuentra a su paso no tiene buen pronóstico. Los espacios del conocimiento tienen que ser abiertos y dialogantes, con docentes que sepan transmitir el placer del estudio y no burócratas que se aferran a sus cargos y no los largan ni aunque les llegue la hora, formadores de alumnos domesticados, repetidores como autómatas de las lecciones heredadas. O desconcertados y desmotivados, que deambulan por pasillos de facultades y de la vida. Se precisa renovación permanente, aulas agitadas, lecturas creativas, relación con el afuera, pasión por lo que se hace y cómo se hace. Pero sobre todo, es imprescindible develar que el actual estado de cosas es un contravalor y no una credencial de prestigio y pertenencia. Ninguna política educativa puede prosperar sino se desprende de estas reaccionarias telarañas del pasado. Ninguna sociedad puede darse el lujo de suicidarse dilapidando su extraordinario capital humano y empobreciendo el carácter emancipador de su cultura. Esta es la gran deuda de los gobiernos progresistas y tal vez, la causa de muchos de sus fracasos". 

(Nota Editorial Revista Contratiempo Noviembre 2013, "Estancias en el desierto")