lunes, 9 de noviembre de 2015

CHICAGO / EL ORIGEN DE LOS TIEMPOS



No a todos les es dado tomar un baño de multitud; gozar de la muchedumbre es un arte; y sólo puede darse a expensas del género humano un atracón de vitalidad aquel a quien un hada insufló en la cuna el gusto del disfraz y la careta, el odio del domicilio y la pasión del viaje…" 

Baño de multitudes es lo que suelo tomarme en estos viajes. Multitudes eufóricas, autóctonas y errantes, en ciudades esplendorosas. Porque,  ¿con qué otro adjetivo definir a Chicago? Claro está, son apenas unas horas de recorrida, cansada, luego de una escala medio infernal en Miami y un interminable viaje en avión. Pero ya se intuye esa autoconciencia de privilegio. Privilegio histórico, además: en sus calles se codean, se apretujan, diríamos, hasta rivalizan en protagonismo, obras de genios y artistas. Así Mies Van der Rohe, Wright, Sullivan, Burnham, Holabird, nos respiran en la nuca en esta ciudad ventosa. Ningún escenario, ningún muestrario, ni tours atragantados de arquitectura: hay que recorrerla despacio, darse "un atracón de vitalidad" a la manera del moderno Baudelaire, oír esos murmullos que dieron origen no solo a esta ciudad majestuosa, incendiada e incendiaria, sino a la propia modernidad americana.





Fotos: Zenda Liendivit (noviembre 2015)