Hormigueros
Admiro, a veces amo como quien ama ecologías exóticas, a aquellos
que tienen la vida intelectual pautada de antemano. Pero recelo de la Academia,
como de cualquier otra estructura. Será porque todas, sin excepción, terminan
asfixiando. Y a veces, empiezan por ahí. Suponer que una no quiere atenerse a
las reglas prefijadas quién sabe por quién o por qué por falta de rigor es una
falacia (estupidez aún mayor es suponer que se las desconoce). No solamente que
el rigor está, y quizás aún mucho más exigente que en aquel que sabe que con
unas cuantas fórmulas respetadas a rajatabla, obtendrá algún resultado, sino
que esta presunción encierra un objetivo bien concreto. Que no es otro que contrarrestar
el peligro. Todo poder se siente en peligro. Aunque lo desafíe una hormiga.
Porque en el fondo, muy en el fondo, de lo que se teme es que se armen tantos
hormigueros que terminen socavando el suelo. La duda, sin embargo, será siempre
la misma: si ese suelo por fin se debilita, ¿habrá conectividad entre esas
comunidades solitarias que operan en las catacumbas de la razón establecida? ¿O
nos caeremos todos en el mismo abismo informe?