Cuadernos de viaje
Es compulsivo: en cada viaje compro dos o tres. Algunos
todavía están en blanco. O amarillentos, medio derrotados;
varios guardan las bitácoras de libros ya publicados o en construcción (para estos suelen actúar varios en conjunto); otros, registros indescifrables, números, fechas, lugares, trazo discontinuo, sintaxis medio esquizofrénica. Fascinación por esos
formatos, muchos autóctonos de ciudades queridas, a las que tal vez jamás se
retornará. Algo más que un souvenir, mucho más: superficie que promete que
allí, por fin, ocurrirá algo. El suceso extraordinario de una escritura
inmortal. Sí, eso siento por esos cuadernos que contrariando la tradición,
difícilmente son de tapa negra (aunque el resto de casi todas mis cosas sea de ese color). Viaje y escritura (con testigos silenciosos que aguardan el
milagro).