Crónicas rosarinas
En Rosario anida una "ciudad ideal", esa forma a
priori, controlada y dotada de los máximos beneficios de la vida urbana, que
define muy bien sus límites de adentro-afuera. Sueño de Torcuato de Alvear para
la Buenos Aires de fines del XIX. La realidad, en ambos casos, les pasó por
encima: territorios privilegiadísimos rodeados de una conurbación mal resuelta,
gobernadas cada una por fuerzas donde la impunidad es la condición esencial de
subsistencia. Situación especular esta de Rosario con Buenos Aires, las dos
prósperas ciudades fundacionales de la Modernidad argentina de fines del XX.
Una estrategia territorial que se enseñoreó sobre las formas de vida y de algún
modo trazó el destino tan inexorable como inevitable del resto del país.
Depositarias de un legado, material y existencial, del afuera, cabezas de
Goliat que en algún momento tendrán que hacerse cargo de ese cuerpo decapitado.
Rosario florece en primavera. Bella, atiborrada de cultura, congresos,
tecnología, proyectos urbanísticos y soja. Del resto, como decíamos ayer, se
encarga el narco.
Fotos: Z.L. (9/10/18)