miércoles, 18 de abril de 2018

MADRID DORADA Y MODERNA

Madrid dorada y moderna

¿Del Toboso o sin Toboso?, me pregunta con jocosa seriedad el hombre de migraciones del aeropuerto de Barajas cuando escucha el nombre del hostal. Amable, intuí apenas una señal de cordialidad, como para restarle ese carácter censor que pesa sobre el que debe decidir el ingreso a un país que, encima, está visualizado como candado de Europa. Esperó, sin embargo, mi respuesta. Cuando ya estaba retirando las valijas empecé a dudar de la inocencia de aquel interrogatorio. ¿No sería algo sospechoso que me alojara nada menos que en el archiliterario Barrio de la Letras de Madrid y desconociera a la inmortal amada de su principal habitante? Algo así como “no entiendo la pregunta” me hubiera, por lo menos, ubicado en alguna mira nada deseable. Entonces sí, estoy en el glorioso Siglo de Oro español donde, curiosamente, casi no se escucha dicho idioma. Cosmopolita, con estrechas callecitas peatonales, arboladas y abalconadas (solo pueden entrar los autos de los residentes del barrio), atiborrado de bares, hostales, antigüedades y, claro, las casas inmortales, el barrio conforma una atmósfera cerrada en pleno centro de la ciudad. Un micro clima que casi le confiere estatus de pueblo pequeño y desentendido del vértigo moderno que transmiten la Gran Vía y la Puerta del Sol, a apenas unos metros de distancia. Una estrategia de lo más redituable de parte de gerenciadores urbanos que encuentran en la revitalización del culto a aquellos autores clásicos una marca y una identidad que facturan al resto del mundo. Allí vivieron y allí murieron, allí también se odiaron y recelaron unos de otros. Pero sobre todo, allí crearon. Ósmosis, reverencia, cholulismo. O en todo caso, un respiro a la prosperidad exultante de una ciudad ampulosa que, definitivamente, ingresó a Europa. Respiro tan imaginario como la amada de aquel que, confundiendo realidad con ficción, fundó la novelística moderna. En otra entrada hablaré del oficio de lectora errante, al que estoy abocada, por librerías en esta preciosa primavera madrileña.