Pliegues
Que Daniel Day Lewis es un actor fuera de lo común es una obviedad que en este caso conviene recordar: El hilo fantasma gira en torno a él, al personaje y al actor. Una fuerza centrípeta que succiona a los otros y al resto de los recursos fílmicos, escenografía, fotografía, situaciones argumentales. Incluso, a los mínimos detalles. Porque al fin y al cabo, la película es eso, detalles, costuras, roturas, tramas secretas, fragmentos que deben conformar una obra excepcional en cuyos pliegues se alian viejos enemigos irrconciliables: la obsesión perfeccionista, con el método y la disciplina como armas fundamentales, además del talento, claro está, y la irracionalidad de la superstición y el conjuro contra las fuerzas fantasmales que perviven de una generación a otra. Los varios planos en los que puede leerse el film se metaforizan, precisamente, en ese ensamblado de telas superpuestas, que van adosándose al cuerpo y que actuarán de acuerdo más al devenir que a los deseos del artista. Como cualquier obra de arte.