martes, 8 de diciembre de 2015

CRÓNICAS PROVINCIANAS / UTOPÍA

CRÓNICAS PROVINCIANAS
Utopía




Qué lejos están estos pueblos de la capital. Qué distancia emocional, a veces insalvable. Surge la duda, eterna: las posibilidades tanto materiales como existenciales de estos núcleos comunitarios pequeños y en muchos casos, aislados. “Es un gran sacrificio enviar a nuestros hijos a la universidad”, coinciden en Pringles y Laprida. ¿Por qué hay tan mala comunicación entre pueblos? ¿Habrá algún motivo oculto para esta inconexión, solo interrumpida en el caso de las grandes ciudades, como por ejemplo Olavarría? ¿Qué política territorial existe para esta provincia monstruosa, que tanto puede arrutinarse con una pampa eterna como de pronto verse surcada por serranías o lagos asesinos, como el mortífero Epecuén, que sepultó a una villa que jamás resucitó? Allí quedó, como castigada por un designio divino. Como también, solitarias se erigen las obras del olvidado Salamone, aquel arquitecto que desafiando los mandatos centrales de la ortodoxia académica dejó en claro que todo poder siempre estará seguido de su sombra. El pueblo o poblado es una construcción lingüística, oscila entre el romanticismo del origen, de los primeros tiempos de la vida recolectora y artesanal, y cierta inquina contra todo lo relacionado a las innovaciones tecnológicas que configuran una metrópolis. Pueblo y campo repiquetean a veces como terapéuticas del agobiado hombre de la gran ciudad; a veces, como retraso. Difícilmente, como alternativas de producción de formas de vida sustentadas en la solidaridad y la comunión pero con tantas posibilidades existenciales como cualquier ciudad. Aquellos vecindarios orgánicos que alentaba Gropius en 1949 frente a la debacle de la utopía moderna: Abrumada por las potencialidades milagrosas de la máquina, la codicia cotidiana humana ha intervenido en el ciclo biológico del compañerismo humano que mantiene saludable la vida de una comunidad….La vida de la comunidad debe ser equilibrada nuevamente; el impacto de la máquina debe ser humanizado. La llave de una exitosa rehabilitación de la comunidad es el propósito de convertir el elemento humano en el factor dominante….  La ciencia, el arte y la filosofía están listos para proveer los elementos para un nuevo orden. Solamente dentro de su propio vecindario podrá el ciudadano actual experimentar y aprender el procedimiento democrático de dar y recibir. Unidades vecinales sanas son, por lo tanto, la simiente de mejores relaciones humanas y de niveles de vida superiores…” 
Nos llevamos de Azul, de Laprida, de Pringles, de Carhué, de la devastada Epecuén, de algunos instantes de Saldungaray  y Ventana,  la calidez de los que solidariamente nos acompañaron en la travesía; nos llevamos también la obra del rebelde Salamone, el canto de los gallos, el silencio de sus siestas interminables y la soledad de tantos olvidos que se transitan por sus calles y sus plazas. Y sobre todo, en miradas melancólicas que nos preguntan si retornaremos alguna vez. Esperemos que sí. 














Fotos Zenda Liendivit / Diciembre 2015