La
fiesta de los buitres
El
homenajeado pide que todos admiren su pastel de cumpleaños. Una liturgia obligada,
explotada al modo Coppola: mientras la torta se corta y es distribuida entre los
invitados, el hombre habla, casi pontifica, de las posibilidades, de la finitud
de la vida, de lo que daría por que le quedaran veinte años más. A su lado,
Michael Corleone sonríe, relojea, mira lo que no se ve y escucha lo que el
otro no dice. El viejo mafioso sigue, se
felicita de contar con un gobierno cubano aliado y facilitador de sus negocios.
De la prosperidad que les espera. La torta circula, los trozos se destrozan en
mandíbulas felices, satisfechas como buitres.
Se acerca fin de año en La Habana y el país todavía sigue servido en
bandeja, cortado, repartido y despedazado. Un último festín carroñero antes del
ingreso de las tropas revolucionarias.