Harlem
Es el African day, me aclara el vendedor del mercado al
que entré porque me había quedado sin baterías, te gusta, me pregunta, sí
claro, le digo, y él entonces agradece y se golpea el pecho con el puño, con
dos golpecitos como latidos del corazón, cómo no habría de gustarme, bailan
y parece que le hicieran bailar al pavimento que pisan, al viento que sopla
fuerte y al mismo sol que se desparrama esta bellísima tarde de septiembre. Gritos,
algarabía, baile y música, es domingo y hay desfile de comunidades en Harlem, todos
ataviados con los colores nacionales, Ghana, Somalia, Mali, Togo, Marruecos, pero
también cultores del hip hop y asociaciones varias, todos bailan, gritan, a
veces parecen gritos de guerra. La policía corta el tránsito, estamos en el
Bulevard Malcon X camino al Luther King, parece carnaval pero no hay carrozas,
solo el colorido de los trajes y por supuesto, la danza. Bailan, bailan y
bailan, a veces en forma sincronizada, otras, solos. Hola, cómo estás, espero
que la estés pasando bien, me dice un hombre, tendiéndome la mano, todo vestido
de traje negro y con una amplia sonrisa, casi lo confundo con algún pastor
evangélico pero no, es candidato a contralor de la ciudad de Nueva York que
salió a hacer campaña, atrás un ayudante me pasa el volante, el candidato sigue
su marcha, con la sonrisa electoralista a cuestas. Ahora las chicas hacen una
coreografía que repiten a todo lo largo del desfile, un bamboleo con una
pequeña cesta en la mano, se bambolean y rompen los corazones de varios, es
curioso, hay pocos turistas, la mayoría es local, sacan fotos, filman, se
reconocen y se saludan a los gritos, agitan las banderas, vivan al país y
siguen, sin dejar de bailar. Regreso por el Bulevard Luther King a tomar el
metro 6, atravieso un puente, me recuerda a Puente Lanoria, mendigos, basura,
gente que deambula, no va ni viene, deambula, la música sigue pero ahora
proviene de los puestos que venden hip hop, jazz, gospel, blues, suena
Fitzgerald, Franklin, mezcladas con Bob Marley y Holliday. Harlem y Barracas o Villa Riachuelo, pienso, esa constante
de la prosperidad en tener su propio patio de atrás.