-Si ves una calle que tiene a todo lo largo papeles rosados o verdes, pegados en
postes y fachadas, es el aviso de que allí se está filmando una película, en este
momento hay 12 –dice el taxista
colombiano que me trae del Aeropuerto. El JFK queda en Queens por lo que tengo
alrededor de 45 minutos de charla hasta Manhattan. –Es más –agrega entusiasmado- hasta te
puedes ofrecer de extra, y si están necesitando, te contratan, pagan u$s100 la
hora –me asegura. Después de un rato,
agrega: -La ciudad sigue golpeada, cambió mucho, ya no se pueden volar
helicópteros sobre Manhattan, la Zona Cero
tiene acceso restringido igual que el mirador de la estatua…
Ficción y horror: son los primeros temas de conversación
aquí en la isla. A la noche me extravío entre las pantallas
del Times Square. Babel ya suena remanido, pero ¿qué otra metáfora? Infinitas
lenguas parapetadas detrás de lo mismo: cualquier artefacto tecnológico que
permita captar esas imágenes repetidas hasta el hartazgo en folletos turísticos, series
televisivas y películas de cine. Compruebo que la multitud, sobre todo, está
fascinada con el espectáculo de ella misma.