viernes, 12 de febrero de 2010

TV / Desperate Housewives

La tranquilidad del suburbio

Indudablemente, las chicas están más buenas. Ya desde la temporada pasada se notó un cambio en la actitud de las protagonistas: el fin siempre justifica los medios pero estos se fueron volviendo cada vez más inocuos. La maldad, en cambio, viene ahora de afuera. El nuevo vecino es el que pone en peligro al tranquilo vecindario de Wisteria Lane, ya sea porque busca venganza o porque está huyendo de la justicia por un crimen que sí cometió. Ellas ya no matan a sus maridos, ni los ayudan a morir; si son infieles es porque el matrimonio se ha vuelto un infierno y no por gusto o aburrimiento. En fin, un peligroso acercamiento a zonas más luminosas de la moral y las buenas costumbres. Aunque hay reaseguro contra el síndrome de la heroína buena: Gabrielle, en el fondo, sigue tan caprichosa e inmoral como siempre; Bree manipula para vivir y Susan se mantiene infantil y atolondrada pese a todas las penurias padecidas. Lynette solo está dispuesta a matar si le tocan a sus hijos y los trastornos psiquiátricos de Katherine la liberan de culpa (pero, lamentablemente, también de atractivo). La acción, el suspenso, la intriga, el horror, el humor y la (buena) ficción eterna siempre presentes en esta serie excepcional.