Se llevaron “Política” a marzo
Tantas declaraciones, gestos y decretos más
bélicos y confrontativos que dialoguistas, hacen dudar. En la práctica política
se puede visualizar al “adversario” o al “enemigo”: en esa diferencia lingüística
anidan fuertes concepciones ideológicas. Pero suele limitarse al campo de los
actores representativos, es decir, a los políticos. A lo sumo, a otros sectores
de poder (empresarial, mediático, etc.). No a la sociedad civil. Un presidente
(y sobre todo una vice) que odia a sus gobernados, los predispone en contra
(como esos padres que le hablan mal de un hijo al otro), que exhibe el
resentimiento como obra de gobierno en perjuicio de un sector de la población,
abandona la práctica política para internarse en otro campo, peligroso por
cierto (más allá de los relatos con los que intente disfrazar este
enfrentamiento). Aquí ya no se habla de grieta sino de sitiar y empobrecer a un
territorio con fines diversos en beneficio del vecino, como si el enemigo estuviera en la propia casa y
encima gobernando. Nada menos que el vecino históricamente desamparado. Desamparo que dicho sea de paso ese mismo gobierno,
con otros nombres, supo construir para sostenerse en el poder: se sabe que
ninguna gran capital vota a gobiernos populistas. Desamparo fundado en una
profunda injusticia social imposible de negar pero que no se resuelve con
gestos como los de ayer. Que odien a CABA es la consigna; desmantelar la “opulenta”
ciudad y ayudar con esos fondos a La Matanza para asegurarse los votos del año
próximo son los objetivos. Sin embargo, hay un problema: estas maquiavélicas formas
funcionan cuando se tiene a gran parte de la población detrás. Nada más lejos
de la realidad: ni Alberto F., mucho menos Cristina F. o Kicillof, que no le encontró
todavía la vuelta al cargo, cuentan hoy día con bases que saldrán a dar la vida
por ellos. No son Perón ni Evita. Tampoco Martínez Estrada, que por lo menos
radiografió la realidad argentina para demostrar cómo se gestó la hípertrofiada
Buenos Aires. No está muy claro si lo de ayer fue una protesta real o un
montaje, estrategia tan cara para el kirchnerismo. En todo caso, es jugar con
fuego. Y ya lo dijimos muchas veces: las sociedades tienen cada vez menos
paciencia con los incendiarios. Es más probable que si esta escalada bélica contra
la ciudad, el campo, los empresarios, los que protestan, los medios, la
justicia, los gorilas, los que salen a divertirse, a correr, etc. continúa, la
historia tenga el mismo (desastroso) final de siempre: alguien tocándole
suavemente el hombro al Presidente y al mejor estilo Evo Morales,
recomendándole que para pacificar el país sería mejor que diera un paso al
costado. Nadie quiere eso.