martes, 8 de septiembre de 2020

EL GRAN NEGOCIO DEL PERIODISMO PAGO

El gran negocio del periodismo pago



Los "grandes" medios de comunicación (y los no tanto también) se están volviendo pagos. Con discursos más o menos sensibleros, apelando a aquello que la excelencia tiene su precio o que desean conocer más a sus lectores, avisan que empezarán a cobrar, o ya lo están haciendo, para acceder a sus notas y artículos invaluables. El argumento es que las plataformas digitales atentan contra el trabajo profesional de informar con (supuesta) seriedad y con (dudosa) independencia de "los poderes". O que "cualquiera" se adjudica el rol de periodista y anda distribuyendo, anárquicamente, información en vivo y en directo (de paso, esto constituye un gran peligro: hay testigos por todos lados que los pueden llegar a desmentir con pruebas fehacientes). Y que encima abundan las noticias falsas (o sea, hay una verdad, y es la de ellos). En lugar de subsistir, como históricamente lo han hecho, con la pauta publicitaria, convierten al lector en cliente. Como resultado de estas suscripciones, nada inesperado por cierto, el target es analizado y segmentado, para luego ofrecer a cada grupo la información y la publicidad que quiere leer y consumir. O mejor dicho, la realidad y los productos que el medio le quiere imponer con visos de verdad, con la ventaja del conocimiento previo (algo así como operan las redes sociales con la lista de “amigos” que les brindamos en bandeja). En el contexto actual, es bastante absurdo y hasta contraproducente que alguien pague para acceder a noticias que encuentra gratuitamente en el universo digital. Vayamos a un ejemplo: vemos la portada de un diario pago; nos interesa una noticia pero no estamos suscriptos. ¿Qué hacemos? En el buscador ubicamos las palabras claves y tendremos esa misma noticia, que previamente nos quisieron vender, reproducida en miles de sitios y con acceso gratuito. Incluso si se trata de información de carácter nacional. Tal vez a lo que no se pueda acceder con facilidad es a las interesantísimas y nada "independientes" notas de opinión de los redactores-estrellas. Ninguna pérdida de importancia: solo fijarse en el medio y ya sabremos más o menos lo que dirán. Esta actitud, la de no suscribirse ni pagar, desarrolla además nuestro espíritu crítico: como si fuéramos detectives de Poe o de Walsh, al obligarnos a buscar y comparar entre varias fuentes evitamos ser deglutidos, formateados y hablados por estos mercaderes de la comunicación. 
Los medios no pueden operar como si fueran shoppings. El Estado tiene la obligación de la pauta distribuida equitativamente. La información es un derecho no lucrativo y su acceso, como la salud y la educación, tiene que seguir siendo libre y gratuito. Es nuestro deseo que sigan proliferando sitios como el nuestro, que hace crítica, que no cobra ni cobrará peaje, y en donde la independencia no es un eslogan taquillero sino una realidad ejercida durante casi 20 años.