El gran negocio del
periodismo pago
Los "grandes" medios de comunicación (y los no tanto también)
se están volviendo pagos. Con discursos más o menos sensibleros, apelando a
aquello que la excelencia tiene su precio o que desean conocer más a sus
lectores, avisan que empezarán a cobrar, o ya lo están haciendo, para acceder a
sus notas y artículos invaluables. El argumento es que las plataformas
digitales atentan contra el trabajo profesional de informar con (supuesta)
seriedad y con (dudosa) independencia de "los poderes". O que "cualquiera"
se adjudica el rol de periodista y anda distribuyendo, anárquicamente,
información en vivo y en directo (de paso, esto constituye un gran peligro: hay testigos
por todos lados que los pueden llegar a desmentir con pruebas fehacientes). Y
que encima abundan las noticias falsas (o sea, hay una verdad, y es la de
ellos). En lugar de subsistir, como históricamente lo han hecho, con la pauta
publicitaria, convierten al lector en cliente. Como resultado de estas
suscripciones, nada inesperado por cierto, el target es analizado y segmentado,
para luego ofrecer a cada grupo la información y la publicidad que quiere leer
y consumir. O mejor dicho, la realidad y los productos que el medio le quiere
imponer con visos de verdad, con la ventaja del conocimiento previo (algo así como
operan las redes sociales con la lista de “amigos” que les brindamos en
bandeja). En el contexto actual, es bastante absurdo y hasta contraproducente
que alguien pague para acceder a noticias que encuentra gratuitamente en el
universo digital. Vayamos a un ejemplo: vemos la portada de un diario pago; nos
interesa una noticia pero no estamos suscriptos. ¿Qué hacemos? En el buscador
ubicamos las palabras claves y tendremos esa misma noticia, que previamente nos
quisieron vender, reproducida en miles de sitios y con acceso gratuito. Incluso
si se trata de información de carácter nacional. Tal vez a lo que no se pueda
acceder con facilidad es a las interesantísimas y nada
"independientes" notas de opinión de los redactores-estrellas.
Ninguna pérdida de importancia: solo fijarse en el medio y ya sabremos más o
menos lo que dirán. Esta actitud, la de no suscribirse ni pagar, desarrolla
además nuestro espíritu crítico: como si fuéramos detectives de Poe o de Walsh,
al obligarnos a buscar y comparar entre varias fuentes evitamos ser deglutidos,
formateados y hablados por estos mercaderes de la comunicación.
Los medios no pueden operar como si fueran shoppings. El Estado tiene la
obligación de la pauta distribuida equitativamente. La información es un
derecho no lucrativo y su acceso, como la salud y la educación, tiene que
seguir siendo libre y gratuito. Es nuestro deseo que sigan proliferando sitios
como el nuestro, que hace crítica, que no cobra ni cobrará peaje, y en donde la
independencia no es un eslogan taquillero sino una realidad ejercida durante
casi 20 años.