No puedo respirar
Me lo imagino decidido, tal vez angustiado. Quería
reconciliarse con su novia que vivía en Bahía Blanca, los separaba 100 km: si
era necesario, atravesaría medio país a pie. A una cuarentena caprichosa que
exigía credenciales de circulación, él le opondría la potencia de la voluntad,
de la pasión amorosa, del deseo. No llegó a destino. Como un moderno Hansel,
con la esperanza del reencuentro, dejó objetos-guías en su derrotero de
desaparecido en tiempos (no) democráticos. Pero la bruja no terminó en el horno
ni él volvió con madre y novia. Facundo fue asesinado. Y me cuesta respirar
cuando escribo esta breve nota, se me sustrae el aire de los pulmones. Ojalá
esta sensación fuera tan contagiosa como el coronavirus y nos quedáramos todos
sin aire. Gritando y movilizándonos por Facundo. Al que mataron por amor en
tiempos de un autoritarismo absurdo. Y mortal.