Nueva York – Buenos Aires
Calor
agobiante a ratos en esta Nueva York invadida de turistas; los locales se
marcharon, anticipando el veraneo y aprovechando el fin de semana largo: el
lunes se conmemora el día de los caídos en guerra. Tiempo de museos:
Moholy-Nagy en el bellísimo Guggenheim; una colección de la década del 60 en el
MoMA y otra de “humanos interesantes” en el fronterizo Whitney. Siempre me
admira lo implacable que pueden ser ciertos museos neoyorkinos. Una sostenida corriente de criticidad que suponemos trasciende el
momento del encuentro con la obra (el tiempo de exposición) y se extiende a
otros ámbitos. “Aquí hay círculos y grupos por fuera de las estructuras”, nos
comentan. No caben dudas de que en NY estamos frente a un capitalismo activo,
que genera efectos. Y esto no se refiere exclusivamente a la circulación de
mercancías (cuya proliferación a ratos parece sepultar al mismo comprador); ni
a la ciudad misma y su trabajadísimo espacio urbano, sino a las formas del
mecanismo. O, mejor dicho, al concepto mismo de mecanismo y sus principales
derivados, la especialización y la eficacia. El especialista que se ocupa del
fragmento y se aleja de una descreída totalidad. Estas reflexiones surgen no
solo al vivir la ciudad, (Nueva York no es Estados Unidos, según sus habitantes),
sino los modos de la cultura. Los de ellos y los de nosotros. Una cultura
altamente fragmentada, con sus propias reglas de investigación, selección y
descarte, que a la vez se refleja en los otros ámbitos cotidianos. Vivimos
sumergidos en discursos de especialistas “calificados”, críticos expertos de la
actualidad, como si esas parcelas constituyeran la totalidad de la vida. ¿No
será, entonces, que estamos reproduciendo este sistema (que repudiamos en voz
alta y admiramos en voz baja), con el mismo mecanismo que lo vuelve tan eficaz
y sobre todo, que desmantela sistemáticamente las otras posibilidades vitales?
Esas que quedan fuera por “anomia” (término tan caro para los adoradores de
tradiciones y estructuras), por esa peligrosa falta de forma que podría develar
que, al fin y al cabo, las distancias son mucho más breves de lo que parecen.
(Foto: Exposición en el Museo Whitney / Zenda Liendivit, mayo 2016)