La eterna modernidad
La edición
de "El Crack-up" que estoy leyendo tiene en la portada, en primer
plano, un hombre sentado en un banco de madera, con la cabeza gacha; al fondo y
en el centro de la perspectiva, casi como si lo abrazara, se levanta el Puente
de Brooklyn. Ambos, hombre y estructura, conforman un conjunto cuyas fuerzas
actúan, sin embargo, en sentido contrario. Hubo un derrumbe financiero; hubo
cuerpos lanzados al vacío de la desesperación desde prósperos rascacielos de
vidrio; hubo una imagen, sin embargo, de una resistencia. O, mejor dicho, de
una persistencia. Su utilización hasta el hartazgo por Hollywood va mucho más
allá de su extraordinaria belleza (magnética, por cierto): el espíritu gótico,
fundado en elementos pétreos, habla de una eternidad que se contrapone, de
nuevo, con el carácter intrínsecamente efímero de toda modernidad. Pero como en
aquella portada del "El Crack-up", también la abraza.
(Foto Zenda Liendivit / Mayo 2016)