miércoles, 1 de junio de 2016

LA ETERNA MODERNIDAD

La eterna modernidad

La edición de "El Crack-up" que estoy leyendo tiene en la portada, en primer plano, un hombre sentado en un banco de madera, con la cabeza gacha; al fondo y en el centro de la perspectiva, casi como si lo abrazara, se levanta el Puente de Brooklyn. Ambos, hombre y estructura, conforman un conjunto cuyas fuerzas actúan, sin embargo, en sentido contrario. Hubo un derrumbe financiero; hubo cuerpos lanzados al vacío de la desesperación desde prósperos rascacielos de vidrio; hubo una imagen, sin embargo, de una resistencia. O, mejor dicho, de una persistencia. Su utilización hasta el hartazgo por Hollywood va mucho más allá de su extraordinaria belleza (magnética, por cierto): el espíritu gótico, fundado en elementos pétreos, habla de una eternidad que se contrapone, de nuevo, con el carácter intrínsecamente efímero de toda modernidad. Pero como en aquella portada del "El Crack-up", también la abraza.
(Foto Zenda Liendivit / Mayo 2016)