La emboscada
Una literatura menor no es la literatura de un idioma menor, sino la literatura que una minoría hace dentro de una lengua mayor….
La literatura menor es completamente diferente; su espacio reducido hace que cada problema individual se conecte de inmediato con la política.
G. DELEUZE.—F. GUATTARI Kafka. "Por una literatura menor"
No
hay en Borges deseos de reivindicar alguna identidad nacional o una forma de ser
argentino al modo de su primera época. Ninguna intención de recrear voces o
elementos fundacionales de una ciudad mítica a través de procedimientos de
vanguardia que para entonces ya estaban expirados. Como habitantes de las
orillas mundiales, como Joyce, como Kafka, como Beckett, somos herederos de la
cultura occidental, somos próximos a ella y gozamos de la impunidad de leerla a
nuestro modo –esa minoridad en la literatura de la que hablaban Deleuze y
Guattari al referirse a los movimientos lingüísticos de literaturas marginales
dentro de las grandes lenguas o tradiciones y que por ello mismo siempre es
político y de valor colectivo. Allí termina la tradición que antes necesitaba
de coordenadas precisas, de una geografía, de un linaje. El escritor
argentino y la tradición funciona como principio y a la vez, como
testamento confesional.
Ficciones
adquiere
prestigio mundial porque se libera de aquellos elementos que lo enraízan a un
suelo y se vuelve traducible al idioma y a las circunstancias que fueran. De la
impostada oralidad de la Buenos Aires pre-moderna de El tamaño de mi
esperanza y Hombre de la esquina rosada, a la posmoderna de Ficciones
hay un recorrido donde, por lo menos, la ciudad acepta su entrada a la
modernidad y preludia la posmodernidad. Borges extranjeriza a Buenos Aires al
mezclar esos restos que borran todo contexto realista y ubican a la ciudad en
una estructura lógica, pero también actúa sobre la lengua al someterla a esa
mixtura donde está ausente cierta fundación común, cierto código de complicidad
con el lector que busca literatura y se encuentra con pseudotratados de filosofía,
referencias, citas bibliográficas de libros existentes o no y principalmente,
con una rigurosidad ajena también al registro literario –Roberto Arlt, sin
tanto bagaje cultural, también trabajó la realidad con los procedimientos de la
ficción en sus Aguafuertes y de paso mostró que ambas categorías eran
tan intercambiables como los sitios de enunciación—. La universalidad del texto
de Borges se corresponde con la idea de universalidad de cualquier modernidad,
incluso de cualquier pos-modernidad. Instrumentalidad, eficacia (en cuanto al
funcionamiento de la ficción y sus efectos), artificio, negación de todo
contexto instituido y entrada múltiple operan sobre la realidad y se conjugan
para la normalización, o para la posibilidad de la repetición normalizada y
así, para la imposición a nivel de esquema procedimental. Esta capacidad de la
metrópolis moderna de circular como una información a capturar y a adoptar, a
riesgo de quedar sumida en la indeseable exclusión del retraso y de la no
innovación, es la misma que mueve a esa literatura estructural que instituye un
procedimiento que funciona y que sobre todo, resiste al análisis de rigores
ligados al mundo de la razón lógica. Y que es fácilmente transmisible,
enseñable y convertible en canon. Y que es engendradora, lamentablemente, de
replicantes y continuadores también hasta el infinito, de la misma manera que
se replican espacios urbanos canonizados, borrando las huellas existentes,
ex-pulsándolas en aras de una fórmula probada. La perfección del procedimiento,
esa seducción que inspira la comprobación matemática con claras connotaciones
de vencer la imprevisión del caos y ejercer el control, se enseñorea en la obra
de Borges como un valor que se desplaza de un plano a otro. El recurso de la
paradoja, o la demostración de que la razón puede, sin ningún obstáculo,
conducir directamente al absurdo o a la barbarie, es una metáfora del contexto
en el que surge Ficciones pero también una forma de leer la ciudad, la
historia y las formas de producir cultura. El presente de Borges crea el contexto
y el escenario para leer y reescribir el pasado. Se percibe la ciudad y se lee
la historia, y el destino, y la propia actualidad siempre como si hubiera
alguien organizando el juego –un alguien multiplicado, claro está, al infinito—
y siempre otros dispuestos a quedar capturados en esa trama, que con mucha
frecuencia resulta ser una trampa. Una emboscada rigurosamente calculada donde
caerá no solo el pasado sino también el porvenir.
Fragmento publicado en el libro "Los estilos de Borges: entre la Nación y el Universo" (Zenda Liendivit / Contratiempo Ediciones, 2010) y reproducido y ampliado en "Escritos de una pensadora marginal. Ensayos sobre Literatura, Espacio y Política" (Zenda Liendivit / Contratiempo Ediciones, 2014)