Birdman:
la caída
El cine se pone en juego. O por lo menos, lo
intenta. Al modo de esas películas de terror de la década del 90, donde había
que barajar y dar de nuevo porque ya estaba todo dicho, aquí la Academia
muestra sus límites. Se va a la trastienda: la cámara que sigue nerviosa a los
personajes rastrea no tanto sus miserias sino esa potencialidad que los
convoca, a pesar de todo, como quien retorna a su lugar de origen después de un
largo extravío. ¿Qué hacer para que un poder que
reguló la vida de millones de personas durante más de 70 años no decline y
pierda su lugar en manos de esos hijos bastardos que surgen incontrolables, que
imponen sus reglas, y sobre todo, que imponen nuevas percepciones y saberes?
Hollywood declina y no hay súper héroe alado que pueda salvarlo: ha creado las
armas de su propia destrucción. Pero "Birdman" no se limita al cine,
extiende también su ruina al mismo concepto de ficción. Y por qué no, a la
literatura: ¿es posible seguir escribiendo ficción sin volverse, ella misma,
una parodia? Y en ese caso, ¿cuánta parodia más habrá que soportar antes del
tiro de gracia final?