domingo, 8 de marzo de 2015

APROXIMACIONES A FITZGERALD

Aproximaciones a Fitzgerald


1.
Vértigo y ruina, esplendor pasado devenido catástrofe reciente. Eso es lo primero que se me ocurre cuando leo, también por primera vez, a Fitzgerald. Surge Benjamin (se sabe: nadie puede desprenderse de su pasado ni tampoco de esos autores con los que se crió) y aquel maravilloso texto de Angelus Novus y el ángel de Klee. Entonces, esa costumbre de entablar vecindades, tradiciones, influencias: surge el imperioso deseo de aquietarlo. De que esa grieta que abre a cada paso no me arrastre. Tarea dificultosa: su escritura misma es un agujero que absorbe y repele. Que sustrae el suelo común y deja al lector en la misma posición en la que se encuentra él, derrumbado. Experiencia molesta. Una imagen maravillosa, y ¡ay! un golpe inesperado, algo nos estalla en las manos, el souvenir que trajimos del último viaje, el primer libro publicado o nuestros últimos 20 años de vida. Efecto topadora que no distingue valoraciones. Palabras y sintaxis que explotan como vidrios cuyos pedazos quedan desparramados en el piso, invisibles, a la espera de pies descalzos. Así es este escritor endemoniado que parece propinarle todo tipo de jugarretas al lenguaje. ¿Alta cultura?, ¿viejas tradiciones? Ya veremos, apenas me estoy aproximando. Es literatura de Estados Unidos, no es por supuesto ni James ni Poe. Es la generación perdida, de la que conozco bastante poco. Ocurrió una guerra, una debacle financiera mundial, hay restos, ruinas, suicidados y locos internados en manicomios. El célebre y filosófico “Comment dire” de Beckett traducido al pragmático “What is the word?, me sirve por el momento, para el desplazamiento de la mirada, de una tradición a otra, para ubicarme, por lo menos.

2.
Los años felices: Jazz, literatura y cine. Alcohol y prosperidad económica. Burbuja especulativa y terrible fin de fiesta. Nada de historia: todo es, al fin y al cabo, ficción. ¿El derrumbe del novelista sobreviene cuando, a manera de los lanzallamas de Arlt, roza los bordes de lo real? ¿Cuando, como afirma él mismo, se identifica con los objetos de su horror? ¿Cuando se interrumpe esta maquinaria ficcional, se toma un respiro y nada, se topa con la nada? El crack, jueves negro y recomposición de la maquinaria: en la misma década surge el cine sonoro. El show siempre debe continuar (Los Angeles-Nueva York, y el mundo entero como destino inmediato)


3.
"La mayor y más brillante borrachera de la historia"; "Éxtasis"; "Talento artificial como la Era de la Prosperidad"; "Derroche"; "Agitación nerviosa, histeria": "El Crack Up" es desmantelamiento de una poética, como el niño que desarma el juguete preferido para ver que hay adentro. No siempre la imagen es agradable. Pero el niño lo lanza a la basura o rearma el desecho en una nueva imagen. El niño tiene tiempo. El problema de Fitzgerald no es que se quedó sin tiempo sino la naturaleza de ese tiempo pasado, cuando el juguete aún estaba armado. El reconocimiento, a costa del derrumbe, del artificio como constructor de una década, de una obra, de una persona. ¿Borges lo comprendió mejor y se resguardó? ¿O insertó su obra sobre la experiencia de la catástrofe ya consumada? La Nueva York de Fitzgerald actúa sobre el novelista en vivo; la Buenos Aires pesadillesca de Borges se funda, diríamos, al día siguiente.