La cita es a las 3 de la tarde en el Edificio Italia, uno de los más altos de San Pablo. Durante una hora se puede acceder libremente, a través de dos ascensores que escalonan el ascenso, a la terraza mirador que permite una visión de 360° de la ciudad. La vista no deja de tener algo de siniestro, uno comprende por fin, allá arriba, en el piso 41, que está cercado por moles que, como las intenciones futuristas de Marinetti, funcionan como lanzas pero también como pantallas continuas. San Pablo replantea no solo el concepto de metrópolis moderna –una superficie acotada y desarrollada en vertical, susceptible de ser controlada y explotada- sino incluso los conceptos de espacio y distancia. Por un lado, el espacio se conforma fragmentándose, pero como la ocupación es total, pareciera que la distancia, paradójicamente, se acortara. La ciudad se extiende hasta el infinito pero como en cada punto está aconteciendo un elemento arquitectónico, aquella fragmentación se torna una continuidad. Y este movimiento doble tiende a su reproducción incluso hacia la periferia: los innumerables rascacielos en construcción, visualizados desde la Periferia Pinheiros, parecen ratificar esta hipótesis. No se trata simplemente de una conurbación efectiva: es como si la ciudad se confundiera con su arquitectura. Y ésta, peligrosamente, con el espacio y con el tiempo.
PISO 41 / EDIFICIO ITALIA
(FOTOS ZENDA LIENDIVIT / NOVIEMBRE 2011)