(o por qué no nos interesa demasiado el debate sobre la Ley de Medios)
El problema surgió con internet. La red con su multiplicidad de voces y miradas vino a quebrar las pretensiones hegemónicas de cualquier poder. La red es impune, caprichosa, oscila entre la charlatanería y la palabra plena; descree de los permisos, dogmas y normas de validación: de allí su gran atractivo, sus potencialidades y también, muchas veces, su perdición. En la red suelen quedar en suspenso las legitimidades del mundo real (aunque los legitimados suelen negar también esta realidad). La red pone a prueba la paciencia y, sobre todo, la perseverancia: erige, administra, relaciona y aniquila con total indiferencia. Las nuevas generaciones no escuchan radio; ven muy poca televisión y los diarios en papel les resultan piezas de museo. El verdadero problema, intuimos, será cuando se pretenda alambrar este universo infinito.