Un amable intelectual y docente universitario del exterior,
especialista en la relación ciudad-literatura, me invita hoy, vía mail, a un
encuentro de doctorado para noviembre, en modo zoom. Había leído algunos textos
míos, se los dio a sus alumnos y de allí la invitación. Que es un honor,
seguramente inmerecido. Pero tengo que declinar y expongo las razones. Le
comento que desde la revista que dirijo venimos reclamando el fin de la
virtualidad en la educación y la cultura. Que si bien los niveles iniciales y
medios ya habían retornado, las universidades todavía están en modo reaccionario. Las
canchas se llenan de gente, los destinos turísticos se atiborran sin aforo,
pero la educación superior no, ella debe seguir exclusiva y excluyente, vaya a
saber por qué misteriosas razones. Le aclaro, sin embargo, que ni bien vuelva a
viajar, iría a conocer su tierra y charlar sobre el tema. Por fortuna,
comprendió perfectamente la situación y me comentó que allá ni siquiera había debates al respecto. A propósito: hoy se fueron los turistas en
masa. El tiempo los acompañó: gris y lluvioso a ratos. A mí también: largas
caminatas por la playa desierta y escritura en la habitación de un hotel ahora silencioso.
Zenda Liendivit. Directora de Revista Contratiempo