Formosa: la indomesticable
La pueblada formoseña constituye un
gesto revitalizador en la política argentina. Es la rebelión de una sociedad
harta de un gobierno personalista, afincado en el poder desde hace más de dos
décadas a fuerza de mano dura, prebendarismos y un manejo arbitrario de
El año
pasado, su gobierno negó el retorno de más de 7000 formoseños
durante la extensa cuarentena, obligando a muchos desterrados a acampar durante
meses en las fronteras de la provincia. Situación que recién pudo revertirse en
noviembre, a través del fallo de
Yendo un poco más atrás, recordar también la persecución a los “desobedientes” de la cuarentena genocida que Fernández, también a título propio y pasando por alto los otros poderes, instaló durante 8 meses, principalmente en la "odiada" CABA, fundiendo miles de emprendimientos, y a familias detrás de ellos, perjudicando la educación, la sociabilidad, la salud mental y salvaguardando económicamente a sus empleados públicos. Clase que va camino al anquilosamiento mental y a la obediencia debida.
Lo irónico y trágico a la vez de todo este panorama es que en el pobrísimo NEA hay desnutrición y alta mortalidad infantil, hay escasez de agua potable y de infraestructuras básicas, hay indigencia desesperante. Panorama endémico que jamás movió a Gobierno Nacional alguno, y muchos menos a sus gobernadores, a elaborar políticas reparadoras. La pandemia, que no es más que una variante de los virus que nos acechan, y ni siquiera de los más letales, constituyó la ocasión propicia para intentar “domesticar” al pueblo que no estaba esclavizado por el sueldo a fin de mes, el cargo y el voto asegurado. No en vano Insfrán y Fernández son grandes amigos y aliados. Al punto que desde el Gobierno Nacional no se escuchó nada significativo, una feroz condena por la violación de los derechos humanos sobre el despótico accionar del Gobernador durante esta pandemia, por ejemplo. Todo lo contrario: oídos sordos o defensa de estas formas de fascismo, condenadas hasta por los organismos internacionales.
Esto que ocurrió en Formosa o en CABA el año pasado, se repite en las grandes capitales del mundo. El objetivo no es el de “controlar” al virus sino a poblaciones cada vez más díscolas con sus gobernantes, que confunden la tarea política con un negocio lucrativo y bien privado, y que a la vez, empobrecen los derechos fundamentales, como los sistemas sanitarios. Conceptos como “solidaridad”, “nueva normalidad”, “negacionismo”, “terraplenismo”, “antivacunas” o “capitalismo bueno” surgieron precisamente para dar un sustento lingüístico a aquellas intenciones ocultas, y de paso, censurar a los que se habían puesto a pensar y disentir. Que en realidad, son los verdaderos enemigos de todo fascismo, que intenta presumir de progresismo protector y benévolo.
En esta misma línea se inscribe la furia altisonante y teatral de la vice durante su descargo por la causa del dólar futuro. Al margen del salvataje personal y familiar por sus multiprocesamientos, el Poder Judicial también representa un obstáculo para estos fines antidemocráticos, para esta forma de gobernar tan caudillesca, practicada por el matrimonio K en el pasado, y restaurada por un Presidente que ganó la elección con el traje de profesor de Derecho de la UBA para quitárselo y convertirse en un insultador serial hacia esos gobernados que no comulgan con la obediencia. Es decir, los independientes.
Ojalá que estas rebeliones, como la de Formosa, se repitan en todo el planeta y que la domesticada, o reencauzada, fuera precisamente la clase política. Que no es una casta privilegiada sino una servidora pública para el bienestar de sus gobernados. Que no son seres de segunda, a los que se les puede retacear una vacuna para conseguir votos o adeptos. Esa es la lucha que habrá que entablar y esa es la lección que tendrán que aprender, por las buenas o por las malas, como se vio en Formosa, estos modernos fascistas, con discursos progresistas, que gobiernan como opulentos terratenientes. Formosa dio el primer paso de la desobediencia civil frente a una variante del genocidio moderno: quedarnos encerrados a la espera de la muerte para que no nos mate un virus de sospechosa virulencia.
A no dejar sola a Formosa. Si no, recordar a Brecht: también vendrán por nosotros.