viernes, 1 de mayo de 2020

PESTE, TIEMPO Y CREACIÓN

Peste, tiempo y creación


No se puede estar demasiado sano, ni muy cómodo
El oficio de autor exige quietud: la biblioteca a mano, cierto silencio, cierto distanciamiento, sin perder de vista ese afuera que a veces reclama, a veces irrumpe. Cuando tuve la suerte de conocer Weimar y visitar las casas de Goethe y Schiller, en pleno centro del pueblo, me llamó la atención que en ambas, ambos autores tenían varios espacios destinados a la escritura. Y todos, indefectiblemente, con una pequeña cama al lado (indispensable: el esfuerzo intelectual siempre da sueño). Eran espacios distribuidos en las diferentes plantas, independientes de la biblioteca principal, el dormitorio, y los demás salones. Cambiaban de aire en la propia casa, las dos bellísimas y con todas las comodidades de la época. En el otro extremo, Benjamin, acuciado por las circunstancias, escribiendo en servilletas, boletos de transporte y márgenes de periódicos, en hoteles y hoteluchos, aislado en París en un cuarto antes de la huída final. En algún momento, la escritura deja de ser una opción y se vuelve un imperativo. No hablo del desasosiego lógico que ella plantea sino de su ausencia. Cuando presiona internamente y el autor siente como si estuviera “perdiendo el tiempo” o cometiendo alguna rara infidelidad cuando la deja de lado (exactamente lo contrario a lo que la sociedad le exige, salvo que esa escritura después "rinda" bien en el mercado, entonces sí, el tiempo no fue “perdido”). El virus viene a actualizar esta urgencia, y por supuesto a actualizar indigencias. No solo porque remite a lo inevitable, la muerte, sino porque al emanciparse de lo controlable entabla con cualquier creación un duelo y a la vez, una relación especular. El autor entonces se ve obligado a reacomodar las piezas, negociar con el rival, en el que también se refleja: la finitud se redimensiona de la misma forma que el deseo de perduración. Y a la vez, la posibilidad de que los tiempos, el de la obra y el de la destrucción, confluyan hasta complementarse. Así, el virus del nazismo en Benjamin y el de la persistente tuberculosis en Schiller, que los mataron antes de que cumplieran 50 años, no solo no fueron obstáculos para la producción. Fueron de alguna manera, potencia y diferencia.