Facebook o el temor de Goliat
La censura opera a veces en forma invisible, a veces en forma preventiva.
Como saben nuestros lectores, la revista recurre a diversos registros a la hora de pensar y comunicar: notas, ensayos y comentarios críticos, producciones fotográficas, selección de noticias, diálogo con los lectores y entre los que hacemos Contratiempo en la sección comentarios, humor, etc. Esa no pertenencia a color, partido, corporación o líder alguno es tal vez una de nuestras características más "irritantes". Escozor que se vuelve amenaza en tiempos donde la opinión pública es el objeto de deseo indispensable. Lo veníamos charlando de hace un buen tiempo. Es decir, estábamos preparados para el zarpazo.
Las razones de censura que esgrime
Facebook son tan infantiles como peligrosas: acusa a los compañeros (Meletea,
Contratiempo Ediciones y a la página profesional de Zenda Liendivit) de
publicar Spam en este muro cada vez que intervienen. Sí, así como lo oyen y leen:
Spam. Correo basura. Masivo. Como aquí nadie publica Spam sino comentarios
críticos, nos vemos obligados a leer el metamensaje: Contratiempo está
integrado por varios núcleos que trabajan en conjunto, la revista, la
editorial, la librería, el centro de estudios. Esa “basura” entonces se refiere
nada menos que a la producción independiente que representan los nombres.
Facebook, casi como si no pudiera escapar de sus verdaderas intenciones,
confunde “nombre propio” con “producto, mercancía”. Si Meletea y Contratiempo
Ediciones opinan, Facebook lee que allí hay publicidad, Spam, no opiniones ni
críticas sobre la entrada en cuestión.
Pero más allá de esta excusa, que es la
confesable (y que además lleva la leyenda de "si no estás de acuerdo con
este bloqueo enviános tu opinión, aunque nunca leemos todo lo que nos
llega"), Facebook también es consciente de que una revista de cultura
independiente, que muestra ese diálogo en su propio seno, se torna altamente
peligrosa (primera señal de alarma: un ofendido “lector” se quejaba de que
nuestra directora intervenía en los debates). Ve allí una estrategia de
seducción, de formateo de subjetividades ya no desde una persona sino desde
varias, que no son nombres personales (cosa que FB ama), sino comunidades de
pensamiento (cosa que al parecer odia). Algo así como si fuéramos una mini
corporación que encima anda criticando a dios y al diablo.
Y aquí radica el
verdadero problema: no solo “ni amos ni dioses ni estados”, sino tampoco
corsetería comunicacional para el que están preparados sus algoritmos y,
principalmente, sus intelectos y sus intereses con otros poderes que invierten
fortunas en milicias digitales. Facebook opera como el tiranuelo a escala
planetaria, como el poderoso que, con una política de dominación y control
perfectamente orquestada y escudada en el irrefutable valor de la "amistad",
espera con miedo la aparición de un David que le aseste el hondazo.
Sabe de su
poder, y sabe de su debilidad: su profunda estupidez.