lunes, 4 de diciembre de 2017

AUTOBIOGRÁFICAS / ANA

Ana




No es exagerado decir que mi abuela Ana, la mamá de mi mamá, me salvó la vida. En lo material, porque me amparó en el exilio después de varias catástrofes tempranas. Fue de ella la decisión de ir a buscarme a Asunción y traerme a Buenos Aires, de ella y de nadie más. Pero sobre todo, intentó paliar esas heridas incrustadas desde tiempo inmemorial; domesticar a ese monstruo, que yacía y mostraba sus garras de tanto en tanto. No me perdió de vista en ningún momento. Allí estaba, luminosa, en silencio y discreta, así se movía. Percibía tristezas y soledades, entonces buscaba ese lugar, esa pileta de verano, ese círculo, ese instante donde yo, recién llegada, viviría aventuras y amistades nuevas. Nunca supe cómo se enteró de las heladas noches en los talleres de la Facultad de Arquitectura: cada invierno, entonces, me tejía pulloveres, bufandas y unas avanzadas calzas de lana. Discretamente también investigaba sobre matrículas, boletos, entradas, conciertos, y después, libros, y así, como si nada, y con esos modos un poco imperativos de alemana de dulces pero decididos ojos verdes, apretaba fuerte mis manos, dejando en claro que cualquier rechazo sería una ofensa. Nunca te cases, me repetía una y otra vez, salí con quien quieras, con los que quieras, viví aventuras, pero nunca te cases. Le hice caso en todo. Y mientras algunos, pero sobre todo algunas, se horrorizaban de mi vida de veinteañera libertina, con la hipocresía recalcitrante de esa burguesía que hace por lo bajo lo que condena en voz alta, a mi abuela Anita le brillaban los ojos de felicidad. Ella, como en la infancia y adolescencia mi mamá, fue la artífice de que yo, sobreviviente de un pasado violento, llegara a ser. Y los que cuenten otra historia, la historia entre mi abuela y yo, los que pretendan cosechar frutos que jamás sembraron, los que intenten dejar como personaje secundario a la protagonista principal de esta gesta, estarán cometiendo imperdonable perjurio. Tendrán entonces mi maldición eterna.