Las díscolas
Este año en el último curso sobre la Ciudad Mundial que dictamos en Contratiempo se puso especial énfasis en aquellas metrópolis consideradas discolas en cuanto a rupturas estéticas a fines del XIX. Barcelona, Bruselas, Glasgow, Praga, Chicago, Viena. Y, claro está, Londres, en donde se encontrarían (y nacerían) ambas líneas, el industrialismo feroz y la resistencia regional (o el culto al trabajo artesanal). Estudiábamos, a través de material gráfico recabado en innumerables viajes, asi como de archivos privados de registros de época, cómo estas rupturas que dieron origen a lo que se denominarían las protovanguardias (que en realidad, fueron las verdaderas vanguardias) pervivían en la actualidad y presionaban siempre a un afuera. El eje del curso era, precisamente, la pervivencia de aquella desobediencia inicial que las había configurado en la modernidad. Y que por supuesto, se replicaba desde lo estético a lo político (Londres estaba en plena brexit). La mundialización, entonces, era un mecanismo, tanto desde la propia genealogía como hacia ese afuera, al que se pretendía "mundializar". Es decir, el mismo procedimiento (con su contradicción correspondiente) que dio origen al concepto de vanguardia: una mirada singular e irrepetible sobre lo regional, aliada con la tecnología, con intenciones hacia otros bordes en disonancia.
(Fotos: Palacio de la Música Catalana del Arqto. L
Domenech / Casa Batló de Gaudí)