sábado, 12 de agosto de 2017

TELEVISIÓN / VIDA DURA

Salvación

Estoy obsesionada con la miniserie Vida dura. Y en consecuencia, con Ciudad Jardín, en la periferia de Oslo. No sé si existe en realidad o es ficción. Algo similar me ocurrió con el cortometraje holandés Odisea en Bijlmer. Que existe y tuve la suerte de conocer cuando estuve en Ámsterdam. Pero esta Ciudad Jardín está tan lejos de cualquier utopía como, paradójicamente, resulta evidente su cercanía. Prueba de que una determinada disposición arquitectónica no sería suficiente para garantizar felicidad alguna y sin embargo, como un destello edénico, la propiciaría. De la polifonía actoral, hoy me detengo en Jorgen, el torturado y un poco fracasado director de cine al que la productora NRK (que es también la productora de la miniserie en la realidad), lo contrata para dirigir una serie de suspenso. Y, antes de empezar, lo despide sin mayores explicaciones. Este cruce, diría monumental, entre realidad y ficción, no es gratuito: Jorgen, que no tiene problemas económicoos, decide entonces ver más televisión (a la que detestaba) porque supone que allí estarán las posibilidades estéticas que el cine empieza a negarle. Jorgen termina sentado frente a la pantalla para aprender y, en última instancia, para paliar esa acuciante soledad que le provocan los seres que lo rodean en ese espacio altamente cualificado de las afueras de Oslo.