La gente en la calle
1. El lunes 6M fue glorioso: la marcha docente expresó con claridad meridiana
y una praxis política envidiable, su ubicación geográfica dentro de la violenta
cartografía política de este año.
2. El martes 7M, una esplendorosa marcha convocada por la CGT donde se pudo
palpar el espíritu de lucha, de organización, de fiesta, de obreros y
trabajadores. Hubo dos planos, si quisiéramos utilizar lenguaje fílmico: el
pulso en las calles, esquinas y avenidas, tomadas por asalto pacífico por parte
de aquéllos, y el otro, la violencia en el palco y la intención de romper la
convocatoria. Una doble traición, típica de la política, que demuestra una vez
más que los obreros no interesan a cúpulas de ningún sector, ni de las
centrales sindicales ni de las opositoras.
3. Y la de ayer, 8M, la mal llamada "marcha de mujeres", que puso en
evidencia dos cosas: "las mujeres" como sujeto político no son suficientes para organizar un reclamo que resulte realmente significativo
(digamos, que trascienda la anécdota de encontrarse y charlar con las amigas y
adherirse a la lista mundial de países que "celebraron" el día). Se
necesita de las muletas partidarias y gremiales, que si ayer no hubieran
acudido al rescate, hoy estaríamos hablando de una batalla campal o de apenas
un paseo por la plaza. Una bolsa de gatos, suele ser la expresión política
pertinente. Elevaremos el discurso: un rejunte heterogéneo que será cooptado
(si ya no lo está, solo que camuflado) por cualquiera que tenga lo que las dos
marchas anteriores demostraron con comodidad: programas políticos, reclamos
concretos, unidad en la lucha. Las tensiones evidentes durante la movilización,
la violencia final, la represión y las detenciones posteriores, que opacaron el
ya deslucido acto de ayer en cuanto a impronta política, no hacen otra cosa que
poner las cosas, malamente, en su lugar: si van a declararse como partido
político, que lo hagan cuanto antes. Honestidad política, eso es lo que les
está faltando a estas "entusiastas mujeres", y esa carencia puede
tener derivas insospechadas.
Tres marchas durante tres días seguidos con resultados diversos: de la
alta intensidad de las primeras, a la anecdótica y pintoresca de la última.
Demostraciones, sin embargo, que el pueblo en la calle siempre es mejor que si
se queda mirando televisión, como preferiría el ministro Aranguren, quien solo
acepta el reclamo organizado en el seno del Congreso. Habrá que ver cuáles
serán las repercusiones. En principio, esperamos, como todo el mundo, el tan
ansiado paro.