Paraguay, el retorno
Nadie tenía muchas dudas sobre el retorno del coloradismo al poder institucional. Lugo
y Franco fueron apenas un periodo de reorganización de fuerzas, el tiempo para
modernizarse y aterrizar en un siglo XXI que ya no cree en dictaduras declaradas. Si bien es cierto que fue el primer
sufragio de Cartes, basta con ver los nombres de los senadores electos para comprobar
que el porvenir, siempre, se seguirá
arando con viejos bueyes. También es conocido el poder del Parlamento
Paraguayo, que se llevó a un par de presidentes y que no practica con extrema
frecuencia aquello de la obediencia partidaria (los apellidos legislativos
resuenan a veces con tanta fuerza como el presidencial y suelen ser el blanco preferido del pueblo).
Pero como ya lo
dijimos una vez, en ocasión de la destitución de Lugo, la relación entre la geografía, el espacio y la práctica
política en Paraguay está entretejida por fuerzas subterráneas que fluyen y
articulan tanto la consciencia trágica heredada de la historia como la comunión
entre el hombre y la tierra. Una cosmogonía, fundada y sostenida por el
guaraní, muy diferente al saber occidental aunque no necesariamente opuesta. El
coloradismo nació con esa certeza y esa certeza es la que lo mantuvo y lo
mantendrá seguramente en el poder durante mucho tiempo. Pero de 1989 hasta hoy pasaron cosas. Y tal vez va siendo hora de sacarse el destino de encima.