Impunidad y pensamiento
Hay cierta impunidad en aquellos pensamientos que no responden a colegiaturas y cánones. O mejor dicho, que no responden a nada más que a ellos mismos. Son pensamientos esencialmente infieles e inesperados. La previsibilidad de la pertenencia y los límites de ella le son desconocidos. Son sospechados, sobre todo en los ámbitos estructurados, de carecer de rigor. Puede ocurrir todo lo contrario: a veces son más rigurosos que el pensamiento atrapado en formas preestablecidas y que conoce de antemano sus itinerarios de acción. Y este rigor deriva precisamente de la falta de red y del peligro de extravío que conlleva, extravío que suele adquirir las formas del palabrerío o, incluso, del idiolecto. En este pensamiento no hay sin embargo posibilidad alguna de comunidad. El pensamiento periférico siempre está solo, aunque establezca de tanto en tanto alguna complicidad. No es singular por rebeldía sino por necesidad; no se está en el margen por opción sino por devenir (y a veces por imposibilidad, no material sino emocional, de habitar cualquier centro). Por lo general, habla al vacío y este vacío se termina convirtiendo en su auditorio.