La lengua extranjera
La lengua materna también es el otro gran espacio de pertenencia que conforma la infancia. Para comunicarse en el país de adopción, los extranjeros siempre están traduciendo, incluso cuando el idioma es el mismo. Se piensa en la lengua de origen, con su dinámica particular, y se va adaptando a la voz del lugar. Después de un tiempo, una retrocede, jamás desaparece, para dar preeminencia a la otra. Pero como los rastros de la primera pugnan por salir a la luz, la mirada y el discurso de un extranjero siempre estarán teñidos de cierta extrañeza, como si estuvieran ligeramente fuera de foco. Esta contaminación provoca el mismo efecto en la tierra de origen, con el agravante de que el que se fue no participó de los movimientos y transformaciones producidos durante su ausencia. De ahí que la condición de extranjeros suele ser crónica e irreversible.