La blogósfera me recuerda a aquella metáfora que circulaba durante mis años de estudiante universitaria en la década del 80. Las facultades, con sus matrículas multitudinarias, eran consideradas entonces playas de estacionamiento cuyo fin oculto consistía en retener a los jóvenes durante largos periodos para contrarrestar la desocupación y la nada. Un estado de feliz inconsciencia con apariencias de productividad en tiempos de crisis ¿Se puede hablar el día entero y decir cosas interesantes? ¿Tenemos la obligación de opinar y de intervenir en cuanto tema se ponga de moda como eternos surfistas que se deslizan sobre la superficie del agua sin jamás zambullirse al fondo ? Tanta energía en entradas que se olvidarán en apenas unos minutos, tanta agresión sostenida entre los lectores, tanto esfuerzo y sobre todo, tanta ilusión de que se está haciendo algo. ¿Qué? ¿No será la blogósfera un exterminador de voluntades? ¿Cómo quedará un ser humano que ejerce este palabrerío activo al cabo de, digamos, un par de años? Sería recomendable cultivar, de vez en cuando, un sano autismo intelectual: no ver, no leer, no escribir, salvo que valga la pena. Pena, que implica esfuerzo, distancia, aislamiento y, sobre todo, espíritu crítico para reconocer que no todo lo que se piensa es una genialidad digna de ser publicada. Y menos aún, comentada por cientos de personas.Quedan excluidos de estas reflexiones aquellos blogs iluminadores, aquellos donde el autor vuelca su obra como lo haría en cualquier otro soporte. Obras del pensamiento, de arte, de reflexión, que no precisan de la respuesta automática: todo lo contrario, que invitan a pensar.
jueves, 22 de enero de 2009
Ejercicios de verano (10) / BLOGS
Cada día veo menos, creo, menos mal ...
La blogósfera me recuerda a aquella metáfora que circulaba durante mis años de estudiante universitaria en la década del 80. Las facultades, con sus matrículas multitudinarias, eran consideradas entonces playas de estacionamiento cuyo fin oculto consistía en retener a los jóvenes durante largos periodos para contrarrestar la desocupación y la nada. Un estado de feliz inconsciencia con apariencias de productividad en tiempos de crisis ¿Se puede hablar el día entero y decir cosas interesantes? ¿Tenemos la obligación de opinar y de intervenir en cuanto tema se ponga de moda como eternos surfistas que se deslizan sobre la superficie del agua sin jamás zambullirse al fondo ? Tanta energía en entradas que se olvidarán en apenas unos minutos, tanta agresión sostenida entre los lectores, tanto esfuerzo y sobre todo, tanta ilusión de que se está haciendo algo. ¿Qué? ¿No será la blogósfera un exterminador de voluntades? ¿Cómo quedará un ser humano que ejerce este palabrerío activo al cabo de, digamos, un par de años? Sería recomendable cultivar, de vez en cuando, un sano autismo intelectual: no ver, no leer, no escribir, salvo que valga la pena. Pena, que implica esfuerzo, distancia, aislamiento y, sobre todo, espíritu crítico para reconocer que no todo lo que se piensa es una genialidad digna de ser publicada. Y menos aún, comentada por cientos de personas.Quedan excluidos de estas reflexiones aquellos blogs iluminadores, aquellos donde el autor vuelca su obra como lo haría en cualquier otro soporte. Obras del pensamiento, de arte, de reflexión, que no precisan de la respuesta automática: todo lo contrario, que invitan a pensar.
La blogósfera me recuerda a aquella metáfora que circulaba durante mis años de estudiante universitaria en la década del 80. Las facultades, con sus matrículas multitudinarias, eran consideradas entonces playas de estacionamiento cuyo fin oculto consistía en retener a los jóvenes durante largos periodos para contrarrestar la desocupación y la nada. Un estado de feliz inconsciencia con apariencias de productividad en tiempos de crisis ¿Se puede hablar el día entero y decir cosas interesantes? ¿Tenemos la obligación de opinar y de intervenir en cuanto tema se ponga de moda como eternos surfistas que se deslizan sobre la superficie del agua sin jamás zambullirse al fondo ? Tanta energía en entradas que se olvidarán en apenas unos minutos, tanta agresión sostenida entre los lectores, tanto esfuerzo y sobre todo, tanta ilusión de que se está haciendo algo. ¿Qué? ¿No será la blogósfera un exterminador de voluntades? ¿Cómo quedará un ser humano que ejerce este palabrerío activo al cabo de, digamos, un par de años? Sería recomendable cultivar, de vez en cuando, un sano autismo intelectual: no ver, no leer, no escribir, salvo que valga la pena. Pena, que implica esfuerzo, distancia, aislamiento y, sobre todo, espíritu crítico para reconocer que no todo lo que se piensa es una genialidad digna de ser publicada. Y menos aún, comentada por cientos de personas.Quedan excluidos de estas reflexiones aquellos blogs iluminadores, aquellos donde el autor vuelca su obra como lo haría en cualquier otro soporte. Obras del pensamiento, de arte, de reflexión, que no precisan de la respuesta automática: todo lo contrario, que invitan a pensar.