El sobrante social
Según medios internacionales, hay literalmente una masacre en los ancianatos
del primer mundo. Afirman que los muertos por el virus son muchísimos más que
los oficiales. Francia, España e Italia están en la mira. Hay que recordar que
en EEUU también empezó en los asilos de Seattle y Miami, allá por los primeros
días de marzo. Recordemos también los problemas que tuvo Macrón con los
chalecos amarillos (grupos que literalmente paralizaban la capital francesa con
sus protestas) por su reforma previsional "solidaria" a fines del año
pasado y principios de este. El mundo entero occidental reconoce que hubo un
empobrecimiento paulatino de los sistemas de salud, desde insumos hasta
formación profesional. Un epidemiólogo argentino reconoció que muchas muertes
pudieron deberse a que los profesionales no estaban preparados no para la
pandemia sino para el proceso de intubación y manejo del instrumental. Casi una
película de terror. El sistema de salud solo sirve si es redituable: Si hay
prepagas que cobran aranceles siderales y brindan trato diferenciado a los que
llegan por obras sociales. Por ese motivo el ministro de esa cartera casi
pierde el puesto al afirmar que había que expropiar el sistema y estatizarlo.
Pero el problema es que tampoco la salud pública, en la Argentina, escapó a las
variables del primer mundo. Fue desfondada, como la educación y la cultura,
dando impulso a lo privado. Las clases medias hace rato abandonaron las
escuelas públicas; a los hospitales van los más vulnerables del sistema y si la
UBA sigue teniendo prestigio, es por historia. Es una universidad saqueada por
clientelismos, negociados y programas bien pensados para que de allí no salga
nadie con capacidad de criticarla. Del Conicet, ni hablar: se subsidian
investigaciones, viajes e insumos a temas que no solo no interesan a la
sociedad sino que jamás serán volcados a ella. Un despilfarro de recursos,
pagado por todos, y un trabajo vitalicio asegurado para aquellos que supieron
posicionarse. Los adultos mayores no son los únicos perjudicados. Solo que ahora
fueron las víctimas directas, visibles, de toda esta cadena de “genocidio”
selectivo. En ese contexto, el gobierno manda al matadero a miles de jubilados,
en plena cuarentena, en una noche helada, a cobrar sus magros ingresos. Y se
respalda y resguarda con el relato remanido: desestabilización por parte de la
oposición; imprevisibilidad por no saber que a “los abuelos” les gusta ir al
banco, e hipocresía de los que le piden un esfuerzo de sus sueldos siderales. Y
ahora, para rematarla, literalmente, planifica “abrir” la cuarentena: justo
cuando los expertos vaticinan un pico de contagios. ¿A qué exactamente están
jugando?