martes, 7 de noviembre de 2017

MARCA DE CIUDAD INTELIGENTE Y EL ABSURDO DE "SILICON VALLEY"

Smart City Brand y Silicon Valley
En cada evento que organiza la tan actual Marca de Ciudad Inteligente (Smart City Brand), concurren, mayormente, CEOS de empresas tecnológicas transnacionales, gerenciadores urbanos, políticos de ocasión y una horda de profesionales de turismo que, mayormente también, no saben muy bien qué hacer con sus títulos. De intelectuales, estudiosos o incluso, artistas y escritores, nada. “Marca de Ciudad Inteligente”: no podía ser más acertado el título. La ciudad contemporánea considerada una mercancía con marca embutida en las conciencias, como la Coca Cola, e “inteligente” a fuerza de las últimas tecnologías lanzadas al mercado. O sea: un negocio redondo. ¿Para qué se precisarían, entonces, pensadores o espíritus sensibles, si la “inteligencia” ya estaría cubierta. Esta espantosa mirada sobre las metrópolis actuales, administradas por tecnócratas, tiene además una característica distintiva en cuanto a lo discursivo. Una mixtura de lenguajes donde disertantes e ideólogos combinan terminología tecnológica, cálculos económicos, diagramas de efectividad y rendimiento, con “lo social”, el “bienestar de todos”, el “mejoramiento del mundo”, la sustentabilidad y otras vacuidades semejantes, en frases que rayan la incoherencia y el absurdo. Esta disciplina de moda me recuerda a “Silicon Valley”, la excelente serie de Mike Judge, donde un grupo de genios de la informática aspira a desarrollar sus ideas dentro de lo que se denominan empresas en formación o start-ups. Insolventes, y a la busca de capitales, se topan con CEOS de las grandes corporaciones tecnológicas. Estos, en forma ridícula, discursean frente a congresos y medios de comunicación sobre sus fines últimos de llevar felicidad al mundo entero (intenciones similares a las de la primera modernidad maquinista), mientras en sus juveniles instalaciones se matan por ingresar al selecto círculo de los megamillonarios del Palo Alto. Y de paso, controlar con mínimos dispositivos e intrincados algoritmos, a ese mundo a través de su más selecta creación: la ciudad moderna.